Pequeño Detalle

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Lee

La adrenalina corría por mis venas mientras mantenía firme las manos en el manillar. Tenía ventaja, apenas unos metros por delante de ese maldito idiota que me estaba pisando los talones. Todo iba bien, demasiado bien… hasta que intenté bajar un poco la velocidad.

Mierda.

La palanca del freno estaba floja, no respondía. Intenté presionarla de nuevo, esta vez con más fuerza. Nada.

—¡Mierda! —solté en voz alta, con la mandíbula tensa y los ojos fijos en la carretera frente a mí.

Esto no podía estar pasando. Hace apenas unos minutos, los frenos estaban bien. Los revisé antes de salir, maldita sea. ¿Cómo podía haber sucedido esto? No podía procesar el pánico que me estaba invadiendo, pero tenía que pensar rápido. Cada segundo que perdiera podía costarme caro, muy caro.

Mis manos empezaron a sudar, el agarre en el manillar se volvía más resbaladizo mientras tomaba una curva cerrada. El maldito me iba a rebasar en cualquier momento si no seguía acelerando, pero si lo hacía a esta velocidad... no iba a poder controlarlo mucho más.

Las curvas. Mierda, había demasiadas curvas en este circuito. Cada una de ellas era un peligro mortal sin frenos, y lo sabía. Si intentaba seguir así, lo más probable era que terminara estrellándome contra algo o peor, volando por los aires.

—¡Joder! —gruñí, clavando los ojos en la carretera, mi mente yendo a mil por hora.

¿Qué opciones tenía? Podía dejar de acelerar, pero ese idiota me pasaría en segundos, y no había forma de que ganara. No con esta velocidad. Y si aceleraba más… si lo hacía, tal vez podría adelantarlo lo suficiente y buscar una forma de detenerme al final. Pero las probabilidades de que eso funcionara… eran ridículas. Esto es una locura.

Mis dientes apretaban con fuerza, la tensión me dominaba. No puedo joder esto ahora. No después de todo lo que pasó, no con esos cabrones mirándome, esperando a que cometa un error. No puedo dejar que se salgan con la suya. Pero el riesgo era real. Si seguía acelerando, tal vez ni siquiera llegaría al final para saber si ganaba o no.

Tomé aire, mis músculos tensos. Los recuerdos de la última curva me hicieron entender que tenía que elegir ya.

—¡Al diablo! —grité para mí mismo, tomando una decisión.

No iba a detenerme. No iba a dejar que ese imbécil me rebasara sin dar pelea. Apreté los puños en el manillar, bajé la cabeza y aceleré con todo lo que tenía. Estaba jugando con el peligro, pero no había vuelta atrás. O ganaba esto o... quién sabe qué mierda pasaría después.

El motor rugía más fuerte que nunca, y yo sentía la vibración recorriéndome el cuerpo entero. El viento cortaba como cuchillas en mi cara, pero el sudor frío que me recorría la espalda era lo que más me molestaba. Intentaba mantener el control, mis manos aferradas al manillar como si mi vida dependiera de ello… porque, mierda, sí dependía de ello.

Cada curva se sentía como una sentencia de muerte. Ya no se trataba solo de la carrera, sino de no acabar destrozado contra alguna maldita barrera. Tomé una curva cerrada, apenas manteniéndome en pie, y entonces lo vi.

—¡No, no, no... maldito hijo de puta! —gruñí al ver al imbécil adelantándome.

Ahí estaba, justo a mi lado, ese cabrón sonriendo como si ya hubiera ganado. Me pasó, me jodidamente pasó como si yo no fuera nada, y sentí la rabia y la frustración acumulándose en el pecho. El idiota soltó una carcajada mientras me rebasaba, el ruido de su escape burlándose de mí. Esa sonrisa suya… no podía soportarla.

Cursed BookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora