La Arrogancia De Kim Y, ¿La Prueba De Basquet?

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El timbre que anunciaba el inicio de la última clase resonó en los pasillos de la escuela, pero a mí, en ese momento, parecía ser un sonido distante y sin importancia. Me encontraba sentado en uno de los pupitres del aula, mi mente vagando libremente mientras observaba a través de la ventana.

El cielo estaba cubierto por una espesa capa de nubes grises, que se extendía como un manto deslucido sobre la ciudad. El sol se mantenía oculto tras ese velo, creando una luz difusa que filtraba a través de las nubes y bañaba el aula con una luminosidad suave y reconfortante. Este cielo nublado me resultaba tranquilizador, casi como una manta cálida que envolvía el mundo en su abrazo.

Me incliné un poco hacia adelante, apoyando los codos en el escritorio, y dejé que mis ojos se perdieran en el paisaje visible desde la ventana. Los edificios, que se alzaban en una mezcla de estilos modernos y tradicionales, se veían como siluetas suaves contra el cielo grisáceo. Las calles, parcialmente mojadas por la lluvia de la mañana, reflejaban el resplandor tenue de las luces de la ciudad que comenzaban a encenderse. El viento movía las hojas de los árboles en un vaivén tranquilo, y el suave murmullo de las gotas de lluvia caídas se mezclaba con el sonido lejano de los vehículos.

En esos momentos de calma, sentí una extraña sensación de serenidad. El cielo nublado era como un recordatorio de que había belleza en la tranquilidad, en la pausa entre el caos.

Mis pensamientos se deslizaron hacia recuerdos de días similares en el pasado, momentos en los que había observado cielos grises y lluviosos desde la seguridad de casa, rodeado por la calidez de mis abuelos. La lluvia siempre había sido un consuelo, una pausa en el ritmo frenético del mundo, y ahora, en este nuevo lugar, ese mismo consuelo parecía reconfortarme. Me permitía recordar que no estaba completamente solo, que en algún lugar, el mundo seguía girando con su propio ritmo, y yo solo necesitaba encontrar mi lugar en él.

Una voz animada y clara, cortó el silencio de la clase mientras se acercaba a mi pupitre. Me volví lentamente para enfrentarla, viendo cómo su sonrisa iluminaba su rostro, a pesar de que su energía parecía desentonar con el ambiente tranquilo que me rodeaba.

-¡Hola, soy Katsumi - dijo una chica de cabello corto y una gran sonrisa, moviendo la cabeza con una actitud alegre-. No te había visto antes por aquí. ¿Eres nuevo en la escuela?

Yo asentí, sin mucho entusiasmo. La mirada atenta de Katsumi no se movía de mí, y su sonrisa permanecía firme.

-Sí, acabo de llegar - respondí, intentando mantener un tono neutral.

Katsumi se sentó en el borde de mi escritorio, ignorando el hecho de que todavía estaba tratando de sumergirme en el paisaje nublado. Su cabello corto se movió suavemente con el movimiento, y sus ojos brillaban con curiosidad.

- Entonces, ¿ya has pensado en unirte a algún club? - preguntó, con un tono persuasivo pero amistoso - . Aquí en la escuela, los clubes son una gran manera de conocer gente y, además, son muy divertidos.

Me encogí de hombros, mirando hacia el cielo gris a través de la ventana.

- No lo sé. No soy realmente el tipo de persona que se involucra en ese tipo de cosas - contesté con desinterés.

Katsumi frunció el ceño ligeramente, pero su sonrisa no se desvaneció. Parecía genuinamente empeñada en convencerme.

-¡Vamos! - exclamó, moviendo las manos con entusiasmo - Tenemos un montón de clubes geniales aquí. Yo soy parte del equipo de porristas, y, créeme, es una gran forma de pasar el tiempo y hacer amigos, además te ayudan a hacer más sociable.

Sus ojos brillaban con una sinceridad contagiosa, y no pude evitar notar cómo su entusiasmo comenzaba a ser un poco persuasivo.

- Y, oye, he oído que el equipo de baloncesto está buscando nuevos jugadores. Tal vez eso te interesaría.

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