Al Límite

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Kim

— ¡Kim! gritó Hyeon mientras corría hacia mí, saludándome con energía desde el otro lado del campus.

Giré la cabeza y vi a Lee, esperándome a lo lejos, como de costumbre. Estaba apoyado contra la pared del gimnasio, brazos cruzados, su expresión de piedra inquebrantable. Me saludó con un leve movimiento de cabeza, el típico saludo de Lee que apenas y se podía considerar uno.

—Llegas tarde murmuró Lee sin siquiera mirarme directamente.

—Oh, vamos, no seas tan estricto — le respondí, sonriendo.

Me acerqué a él mientras los chicos del equipo Comenzaban a llegar uno por uno. Tae y Seok, siempre los bromistas, venían refunfuñando en voz alta.

—Kim, no vuelvas a dejar que Lee nos entrene como capitán! -—Seok gritaba Como si estuviera en su lecho de muerte—.
Nos hizo correr hasta que casi vomitamos, ¡no es humano!

Me giré hacia Lee, que seguía serio, pero noté cómo la comisura de su boca temblaba un poco. Estaba aguantándose una sonrisa. Era lo más cercano a una broma que le podía saca.

—Está bien, chicos -dije riendo, golpeando a Seok en el hombro. —¡Les prometo que jamás dejaré que la bestia los torture de nuevo!

El grupo estalló en risas, y durante un momento, el peso de todo lo que estaba sucediendo pareció desvanecerse.
Hyeon se despidió con una sonrisa tímida y se dirigió a su clase de música. Mientras lo veía alejarse, no pude evitar preguntarle a Lee:

—Oye, ¿desde cuándo eres tan cercano a Hyeon? — Lo miré de reojo, buscando alguna señal de sorpresa en su rostro, pero él mantuvo su expresión imperturbable.

—Es... un conocido —respondió, casi indiferente, pero noté una ligera pausa en su voz.

—Ah, claro, un conocido. —-Sonreí, burlándome un poco.—  Bueno, parece que ahora tienes compañía en tu club de almas serias.

Terminamos el entrenamiento, y cuando los chicos se fueron, solo quedamos Lee y yo en la cancha. El sol comenzaba a ponerse, bañando todo en un tono dorado.

Me dejé caer al suelo, respirando profundamente, mientras Lee se secaba el sudor con su camiseta, mirando en silencio hacia el horizonte.
Sabía que no podíamos seguir ignorando lo que estaba pasando.

-—Lee... -dije, rompiendo el silencio mientras miraba hacia el cielo -—. Katsumi tuvo un sueño, uno extraño. Me lo contó, y no tiene sentido. Pero. no es el único. Algo raro está pasando.

Lee no respondió inmediatamente. Se quedó quieto, mirándome, como siempre lo hacía cuando sabía que algo importante estaba en el aire. Finalmente, habló.

-—Hyeon también tuvo un sueño. Con la misma sombra.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
Esto ya no era solo una coincidencia.

-—¿Tienes alguna idea de a quién podemos acudir? -— preguntó Lee, aunque en su tono había un ligero eco de duda. Sabía que no le gustaba sentirse fuera de control.

-—Tengo a alguien en mente... pero no estoy seguro si es lo correcto -— murmuré, pensando en la única persona que podria ayudarnos, aunque no estuviera convencido de que lo haría.

Me levanté, sacudiéndome un poco el polvo de la ropa, y le ofrecí la mano a Lee. Como siempre, me miró con esa calma característica suya antes de aceptarla, aunque su apretón fue firme. No sé por qué, pero ese gesto siempre me hacía sentir que, a pesar de todo, Lee estaba presente. Quizá demasiado presente en cosas que me preocupaban.

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