Desafíos Y Tropezones

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El gimnasio se llenó de una energía expectante cuando Kim despejó la cancha. Sus amigos y compañeros de equipo, reunidos alrededor, no perdieron la oportunidad de hacerle comentarios burlones y desafiantes.

-No lo hagas sufrir demasiado, Kim - dijo uno, riendo.

- Esto será rápido - agregó otro, con un tono de confianza ciega en la victoria de Kim.

Kim, con su arrogancia habitual, me miró y esbozó una sonrisa condescendiente.

-Vamos, chico nuevo - dijo, lanzándome el balón con un impulso que casi lo consideré como un desafío en sí mismo - . Veamos si puedes mantenerte en pie.

Atrapé el balón con firmeza, sin apartar la mirada de Kim. No tenía intenciones de retroceder. Caminé hacia la cancha, sintiendo el peso de las miradas sobre mí, pero no me importaba. La adrenalina comenzaba a correr por mis venas, mientras sentía que el ambiente se tensaba con cada paso que daba.

El silbido inicial sonó, y el juego comenzó. Kim se movía con rapidez, con una confianza que mostraba su experiencia. Su sonrisa era arrogante, como si estuviera seguro de que el partido sería fácil para él. Pero no tenía intenciones de dejar que eso sucediera.

Kim tomó la iniciativa, driblando el balón con habilidad mientras sus compañeros lo animaban desde la línea lateral. Era evidente que Kim estaba acostumbrado a tener el control, y cada movimiento que hacía era seguro y preciso. Se abalanzó hacia la canasta, lanzando el balón con la intención de marcar el primer punto, pero logré bloquear su intento con un salto bien calculado.

El gimnasio estalló en murmullos sorprendidos, y vi cómo la sonrisa de Kim se torcía ligeramente, su orgullo herido por mi intervención.

Tomé el balón y me moví rápidamente, driblando con determinación. Sabía que cada paso que daba era crucial, y aunque no tenía la experiencia de Kim, confiaba en mi capacidad para pensar rápido y reaccionar. Finté hacia la derecha, engañando a Kim y luego cambié de dirección, avanzando hacia la canasta con rapidez. El sudor corría por mi frente mientras me lanzaba al aire, anotando el primer punto.

Los compañeros de Kim soltaron exclamaciones de sorpresa, y pude ver cómo su expresión cambiaba a una mezcla de incredulidad y enfado. La tensión en el aire se volvió palpable.

—¡Vamos, Kim! —gritó uno de sus amigos—. No dejes que te gane.

Kim, ahora con una expresión de concentración absoluta, retomó el balón. Su estilo de juego se volvió más agresivo, con movimientos rápidos y decididos. Logró anotar varios puntos, mostrando su destreza y experiencia en la cancha. Pero no estaba dispuesto a dejarme vencer tan fácilmente.

El partido continuó en una feroz competencia, ambos anotando puntos y arrebatando el balón uno al otro. El sonido de las zapatillas sobre el suelo y los gritos de los estudiantes resonaban en el gimnasio, creando una atmósfera electrizante.

Finalmente, el marcador quedó igualado, y todo se reducía a una última jugada. La presión era intensa, pero me mantenía enfocado. Tomé el balón, esquivando a Kim una vez más. Sabía que tenía que darlo todo en ese momento. Salté hacia la canasta, lanzando el balón en un arco perfecto. El tiempo pareció ralentizarse mientras el balón se acercaba al aro, y finalmente, atravesó la red.

La multitud estalló en vítores y exclamaciones. Había ganado por solo un punto, pero eso era todo lo que necesitaba.

Kim se detuvo, respirando pesadamente, su rostro una mezcla de incredulidad y rabia contenida. Los comentarios burlones de sus amigos lo rodearon inmediatamente.

-¡Vaya, Kim, parece que alguien te ha superado! - se mofó uno de ellos.

- ¿No dijiste que esto sería fácil? - añadió otro, riendo mientras Kim apretaba los puños.

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