El Juego Del Desafío

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Kim

El viernes finalmente llegó, y con él, la sensación de que tenía una montaña en el estómago. Después de clases, nos dirigimos al gimnasio, y mientras esperaba en los vestidores, mi corazón latía a mil por hora. Mis compañeros de equipo charlaban sobre el partido, preguntándome quién era el misterioso suplente estrella que prometí, y yo me hacía el interesante, aunque por dentro me estaba derritiendo. Me ponía nervioso. ¿Dónde rayos estaba Lee? ¡Este chico actúa como si no tuviéramos un partido que ganar!

Las bromas y los comentarios usuales de calentamiento se detuvieron, y fue Tae, uno de los defensas, quien lanzó la primera piedra.

—Oye, Kim, ¿qué onda con el suplente estrella? —preguntó, mientras ajustaba su banda en la cabeza—. Ya llevas días dándonos vueltas, ¿quién es?

Los demás asintieron, obviamente esperando una respuesta. Incluso Chaewon, que normalmente mantenía su distancia, se cruzó de brazos con una sonrisa burlona en los labios, esperando su momento para intervenir.

—Vamos, Kim —intervino Seok, uno de los escoltas—. Ya basta de misterio. ¿Es alguien que conocemos o qué?

Les miré con una sonrisa torcida, alargando el silencio para aumentar la tensión.

—Ah, chicos... —me levanté despacio, estirándome como si tuviera todo el tiempo del mundo—. Les prometí a alguien especial. Alguien que va a cambiar la dinámica del equipo.

Los murmullos empezaron a correr entre los chicos. Algunos hicieron apuestas rápidas, otros simplemente se miraban confundidos. Chaewon levantó una ceja, claramente intrigado.

—¿Y entonces? —dijo Chaewon con esa voz suya, casi desinteresada, pero con un brillo en los ojos—. ¿Quién es, Kim? ¿O es que estás tan desesperado que tú mismo vas a ser tu propio suplente?

Me reí.

—Relájate, Chaewon. No te preocupes, ya tienes suficiente con intentar quitarme el puesto de capitán —bromeé.

Miré hacia las gradas. Llenas. Estudiantes animados, padres de familia, y por supuesto, mis propios padres no podían faltar. Si todo salía mal, iba a tener que aguantar esas miradas de decepción. Fantástico. Y justo cuando empezaba a imaginar todas las posibles maneras de perder este partido, vi a Lee entrando como si nada, con esa calma que solo él tiene, como si no estuviera a punto de debutar en un juego de vida o muerte.

—¿Te parece normal venir a paso de tortuga cuando estamos a minutos de empezar? —Le dije, poniéndome a su lado.
—Estoy aquí, ¿no? —respondió con ese tono tan... Lee.

Suspiré y lo arrastré a los vestidores mientras le entregaba el uniforme.

Los chicos se quedaron en silencio cuando lo vieron. Tae frunció el ceño, Seok se detuvo en seco, y Chaewon, bueno, Chaewon soltó una carcajada sarcástica.

—¿En serio? —dijo Chaewon—. ¿Lee? ¿El chico huérfano que ni siquiera juega a nada? ¿Estás bromeando, verdad?

Lee me lanzó una mirada de fastidio, como si esto fuera lo último que quería hacer en el mundo. Me acerqué a él, palmeándole la espalda.

—Chicos, chicos —dije, levantando las manos—. Sé que no parece el típico jugador, pero ya verán. Lee tiene talento. Solo necesita una oportunidad.

Chaewon soltó un bufido, obviamente escéptico.

—Esto va a ser interesante —murmuró, mientras se giraba para continuar estirando.

Lee no dijo nada. Simplemente me miró con una mezcla de incredulidad y resignación, como si quisiera recordar nuestro trato pero también, en el fondo, se estuviera arrepintiendo.

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