Capítulo 7: Dias del pasado

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Nos trasladamos diez años atrás, al año 342. El rey Lucius, ambicioso por obtener más tierras, llevó a su poderoso ejército hacia el Norte, al gran bosque virgen. En ese lugar, habitaban criaturas mágicas, especialmente lobos. Lucius nombró temporalmente la región como "tierras de lobos".

Los licántropos, muy territoriales, se pusieron rápidamente en guardia ante el ejército del reino de Belkur. Sin perder tiempo, atacaron a los soldados. Estos estaban acompañados por leones, tigres dientes de sable, y dragones sin alas.

Parecía que los lobos no tenían ninguna posibilidad de ganar. Sin embargo, las hadas del reino Fairies decidieron ayudarlos, recordando que los lobos eran la especie que más veneraba las flores madre.

El rey Lucius, junto con el cura de la iglesia, deseaba construir un santuario en ese bosque. Planeaba hacer un camino que facilitara los negocios con el reino vecino, el reino de los Hunos, hogar de un pueblo nómada. Para ellos, las acciones del rey Lucius, que buscaba tomar tierras vírgenes, parecían salvajes. El rey Atílda, del reino de los Hunos, habría pedido permiso a la naturaleza misma.

Lucius no aceptaría un no como respuesta ante las negociaciones. Para él, el trato estaba más que firmado. Belkur necesitaba una organización de mensajería, y los Hunos, conocidos por criar aves y producir el mejor vino, interesaban mucho al rey Lucius.

En esos momentos, Lucius y su mano derecha, Nor, repasaban los movimientos del ataque al reino de los Hunos. Un soldado les informó sobre el estado actual de la toma de tierras.

-Alteza, los lobos se resisten. Las hadas los protegen y curan -dijo el soldado, haciendo una reverencia.

-Esas haditas... -murmuró el rey Lucius mientras se servía vino en su copa personal-. A pesar de haber destruido su pequeño reino y haberles perdonado la vida por el bien de la naturaleza, así es como me pagan -añadió el rey, mirando seriamente al soldado.

-¿Qué desea que hagamos, mi alteza? -preguntó el soldado, algo nervioso.

-¡Liberen al Aetherion! -respondió el rey con firmeza, arrojando su copa de vino contra la pared.

La princesa Giselle observaba desde la puerta que daba a la habitación de su padre. Su mirada se llenó de preocupación.

El momento del rey fue interrumpido por su esposa, la reina Julia.

-¿Cómo es posible que no pueda salir a visitar a mis otras hijas? -preguntó la reina, molesta.

-Estamos en plena toma de tierras. Después, tendremos una charla diplomática o una posible guerra. Para mantener todo bajo control, necesito que mi reina permanezca dentro del castillo, por su seguridad -respondió el rey, dándole la espalda.

Al voltear, se dio cuenta de que su hija estaba en la habitación, detrás de la puerta. Llamó a la nana para que la llevara.

Mientras tanto, en la batalla, los soldados eran sacudidos por los dientes afilados de los lobos. La mayoría de los licántropos fueron heridos por los leones y dragones. Finalmente, todo se calmó. No se escuchaba ni el mínimo sonido de un ave. El ejército había traído una jaula muy grande, de la cual se escuchaban gruñidos que harían temblar a cualquier ser vivo.

Los soldados comenzaron a retirarse lo más rápido posible del bosque. La puerta de la jaula se abrió, revelando a un dragón gigante, de aproximadamente 30 metros de altura. Poseía alas y estaba vinculado al rey Lucius.

El dragón, Aetherion, emprendió el vuelo y lanzó fuego sobre todo el bosque, matando a la mayoría de las hadas y a algunos lobos. Aetherion incendió el bosque sin control. Los licántropos no eran rivales para él; todos fueron sepultados bajo las llamas del infierno.

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