Capítulo 16: Un nuevo comienzo.

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Las lágrimas silenciosas recorrían las mejillas de Galatea, reflejando la mezcla de emociones que la invadían mientras se aferraba al hombre al que siempre amaría. La impotencia por no poder ayudar a su familia se hacía palpable en el aire, un peso en su corazón que pesaba más que cualquier carga física. A pesar de ello, sabía en lo más profundo de su ser que no había más que pudieran hacer en ese momento.

En el cielo despejado, una tentación irresistible la invadía, una llamada del viento que parecía susurrar libertad. En medio del silencio que los envolvía, Galatea se perdió en la mirada de su amado, encontrando consuelo y fuerza en su presencia reconfortante. Mientras los duendes se aferraban a las patas del águila, tratando de alcanzar las nubes efímeras que pasaban como sombras sobre ellos, el mundo parecía detenerse por un instante.

El tiempo transcurrió y finalmente llegaron al reino de Erufu. Su llegada espectacular, montados en un águila gigante, atrajo todas las miradas de los elfos, incluido el rey. La alegría y el reconocimiento se reflejaban en los rostros de todos al ver a Krawser, como si fuera el héroe más grande de todo el reino. En los ojos nostálgicos de su amado, Galatea percibió la búsqueda de alguien entre la multitud, un anhelo que resonaba en su propio corazón. Con gentileza, Krawser la ayudó a descender del ave, tomando su mano con delicadeza, revelando su verdadera naturaleza de caballero atento y considerado que tanto la había cautivado. Era como si el destino hubiera trazado sus caminos para unirlos, dos elfos distintos en una raza diversa, creando un cuento de hadas hecho realidad.

Mientras Lizett y Max descendían con la ayuda del ala del águila, recibiendo felicitaciones por su regreso, Galatea se acercó a los duendes con una mezcla de gratitud y preocupación en su corazón.

La tensión en el ambiente era palpable, como una neblina densa que envolvía a todos los presentes. A pesar de haber rescatado a los soldados del reino, el peso de la desconfianza por ser la hija de un ladrón seguía presente en ella, como una sombra que se resistía a disiparse.

Las palabras del rey Cerid resonaron en el aire, atravesando el silencio con su poderosa declaración. Su mirada penetrante se posó en Galatea, como si pudiera leer cada pensamiento y emoción que albergaba en su interior.

— Galatea, sal de las sombras y muestra tu grandeza. Hoy has hecho más por nuestro reino de lo que podríamos haber esperado de ti. Con eso, has pagado por los pecados de tu padre... Todas las puertas están abiertas para ti y tus futuras generaciones."

Las lágrimas brotaron sin control, un torrente de alivio y gratitud que la inundaba. La oportunidad de redención y perdón era un regalo inesperado que llenaba su corazón de esperanza y renovada fe en el futuro.

— ¡Gracias! Muchas gracias. - Sonreí entre lágrimas, sintiendo cómo su corazón se llenaba de alegría.

Krawser compartía su felicidad, su rostro iluminado por la dicha de verla finalmente liberada de las cadenas del pasado. Sin embargo, cuando la mirada del Rey se posó en los duendes, un destello de conflicto surgió en la escena.

— Señor! Ellos no son nuestro enemigo. Fueron un elemento sorpresa para nuestro escape, mi rey.

Galatea sabía en lo más profundo de su ser que había algo más detrás de la declaración de Krawser. Sin embargo, en ese momento, la prioridad era asegurar la seguridad de todos los presentes y encontrar una solución pacífica para la situación en la que se encontraban.

El Rey Cerid, con su presencia imponente y su mirada sabia, escuchó atentamente las palabras de Krawser y las de Galatea, sobre la situación de sus hermanas y su familiar.

— La mitad humana con sangre de elfo y su familiar, un lobo. Es cierto que vinieron a ofrecer su participación en la guerra, pero se fueron antes de lo previsto... Solo diré que estamos orgullosos de que ustedes hayan regresado sanos y salvos.en

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