El feroz ataque de Ulv desata una respuesta brutal. Los duendes, con sus armaduras relucientes, alzan sus armas afiladas y se lanzan al combate. El aire se llena del estruendo de metales chocando y gritos de guerra. Sus pequeños cuerpos ágiles aprovechan para subirse al lomo de Ulv. Con rocas en mano, lo golpean intentando derribarlo. Ulv siente el dolor, pero no cede. Lucha con determinación, esforzándose al límite.Cerca, los duendes forman un círculo alrededor de las elfas jóvenes. Las acorralan, dispuestos a matarlas. Las elfas, moviéndose con gracia y destreza, alzan sus espadas. Sus ojos centellean de ira. Luchan con valentía, cortando el aire con precisión, desafiando su delicadeza aparente.
Galatea, jadeante y con el rostro empapado de sudor, grita desesperada.
—¡Son demasiados! ¿Cómo vamos a vencerlos?
Su voz tiembla, reflejando un miedo creciente. Yui, la maga elfo, cierra los ojos. Concentra su poder, un destello de luz brota de sus manos. Una explosión de fuego arrasa a los duendes cercanos, reduciéndolos a cenizas.
—¡No se rindan! —grita Yui, con determinación firme.
Giselle, observando la escena, se acerca a su hermana. Su mirada es una súplica desesperada.
—Yui, por favor... debemos hacer algo más, nos están arrinconando. —
Yui, a pesar del sudor en su frente, responde con firmeza renovada.**
—No te preocupes, Giselle. No dejaré que nada te suceda.—
Mientras la batalla continúa, Ulv tambalea. La sangre brota de sus heridas, su enorme cuerpo comienza a ceder ante el cansancio. Giselle siente su dolor a través de la conexión telepática.
—Ulv, no... —susurra, las lágrimas rodando por sus mejillas.
Finalmente, el coloso cae. La multitud de duendes lo derriba. Giselle, agotada física y emocionalmente, también se desploma. La desesperación crece cuando un joven duende, con mirada fría y cruel, se acerca.
Gorki, el líder de los duendes, irrumpe en la escena con una sonrisa maliciosa.
—¿De verdad creían que iban a ganar? —se burla—. ¿Un grupo de cuatro contra mi ejército? ¡No me hagan reír! —Voltea y da la orden a un soldado. — Pear, llévatelos. Serán nuestros rehenes.
Las elfas, exhaustas, son capturadas y llevadas a una prisión subterránea. Las paredes de piedra, frías y húmedas, parecen cerrarse sobre ellas, intensificando la desesperanza.
Una mujer duende de piel azul y cabello rojo recogido en una coleta alta, con orejas puntiagudas más grandes que las de un elfo, destaca por su presencia imponente. Viste una camiseta negra recortada con un diseño verde y pantalones cortos negros. Una gargantilla de plata adorna su cuello mientras sostiene una espada con determinación. Sus ojos verdes y su expresión reflejan desprecio e indiferencia.
Junto a ella se encuentra Sarahi, otra mujer duende. Lleva un vestido negro que deja al descubierto sus piernas y una espada en la mano también. Sus ojos son de color marrón y su expresión es similar a la de Lizbeth con desprecio e indiferencia.
Ambas custodian la prisión del reino Alver, lo que implica un peligro latente. La atmósfera oscura y misteriosa sugiere que la ciudad es un lugar amenazante, vigilado por estas guardianas despiadadas.
Yui, exhausta y con la voz entrecortada, mira a las guardianas duende con desesperación.
— ¡Por favor, necesitamos agua! ¡Aunque sea un poco, no podemos soportar más!
Las duende se miran entre ellas, con desdén, para luego lanzar una carcajada burlona.
—¿Agua? ¿De verdad crees que te daremos algo, elfa? ¡Te lo has ganado, muéranse!.
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La Princesa y el Lobo
ФэнтезиEn el año 350, en el vasto continente dominado por el reino de Belkur, una fortaleza imponente y temida por su tiranía, se celebra una gran fiesta en honor a la princesa Giselle. La celebración marca un momento crucial, pues la princesa está destina...