Capítulo 4: Última Sombra

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Los dragones inician el ataque. Algunos se alzan hacia los techos, mientras otros se desplazan por el suelo. Lanzas de fuego brotan de sus bocas. El estruendo de sus rugidos resuena en el aire, acompañado por el intenso calor de las llamas que consumen todo a su paso. El olor a humo y cenizas impregna el ambiente, creando una atmósfera de caos y destrucción. Las llamas rugen y crepitan, devorando todo con voracidad. El cielo nocturno se tiñe de un ominoso rojo anaranjado.

Cada dragón mide unos diez metros de altura. Su piel, gruesa y sin escamas, es de un tono grisáceo. Sus rugidos retumban en los corazones de los habitantes de Nannin, llenando sus almas de temor y desesperación. El aire vibra con la potencia de sus rugidos, haciendo temblar el suelo bajo los pies de quienes intentan huir.

Con sus garras aferradas a los tejados, los dragones incendian los techos, iluminando la noche con un resplandor infernal. La gente corre desesperada. El pánico se apodera de sus rostros mientras intentan escapar de las llamas que devoran sus hogares y sueños. El aire se llena de gritos de terror y del llanto desesperado de los niños. Los crujidos de la madera incendiada se mezclan con el eco de la destrucción.

Ulv despierta por los gritos de los ciudadanos. Giselle, incapaz de seguir durmiendo por el alboroto, lo sigue. La confusión y el miedo se reflejan en sus ojos mientras intentan comprender la magnitud de la destrucción afuera. El calor del fuego se filtra por las paredes, y la luz danzante de las llamas proyecta sombras aterradoras en las paredes de la posada.

-¿Qué está sucediendo afuera? -pregunta Giselle, exaltada. Su voz tiembla ligeramente, revelando su preocupación y determinación por enfrentar la crisis que se desarrolla fuera de la posada.

-Parece ser el ejército, están destruyendo todo -responde Ulv, impotente. El tono de su voz denota frustración y angustia ante la violencia desatada por los dragones y el caos reinante en las calles de Nannin.

-¡Qué crueles! ¿Así es como me buscan? ¡Malditos desgraciados! -exclama Giselle, enfadada. Su voz resuena con ira y determinación. Su corazón late con fuerza ante la injusticia y la violencia que presencia. La sangre hierve en sus venas, llenándola de una rabia ardiente.

-Tranquilízate, Giselle. Ahora debemos escapar -intenta tranquilizarla Ulv. Su voz es firme pero compasiva, buscando proteger a la princesa y encontrar una salida segura en medio del caos.

-¿Escapar? No podemos dejar que esto quede así -responde Giselle, decidida. Su determinación brilla en sus ojos. Se niega a huir ante la adversidad, buscando enfrentar el peligro con coraje.

De repente, alguien toca la puerta. Giselle y Ulv quedan en silencio. La tensión y la incertidumbre llenan la habitación.

-Señorita, soy yo, Tobi... -dice Tobi. El tono de su voz es suave y preocupado, revelando su deseo de ayudar.

El lobo duda en abrir la puerta, preocupado por la seguridad de la princesa. Al final, resulta ser el vendedor Tobi. Su presencia trae un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

-¡Déjalo entrar, Ulv! -ordena la princesa, con determinación y gratitud por la ayuda de Tobi.

Al abrir la puerta, notan que Tobi está con su familia. La calidez y el amor familiar se reflejan en sus rostros, creando un ambiente de solidaridad y apoyo mutuo en medio de la adversidad.

-Tobi, ¿qué haces aquí? Deberías haber escapado. -La princesa expresa su preocupación, reconociendo el sacrificio y la generosidad de Tobi y su familia.

-Eso hacemos, mi señorita, pero queríamos que lo supieran. En todas las habitaciones hay una entrada que los guía por un subsuelo hasta fuera del desierto... -Tobi ofrece una vía de escape en medio del caos.

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