La princesa Giselle se aleja de su casa, su reino y su vida cotidiana. Ahora camina detrás del licántropo, ignorando sus deberes reales. El sol se asoma en el horizonte como una bola de fuego, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados que se reflejan en las hojas de los árboles. El paisaje es mágico y sereno. El aire matutino es fresco y está cargado de la fragancia terrosa de la vegetación, mezclada con el dulce perfume de las flores silvestres. El suelo cruje bajo sus pies con cada paso, resonando en el tranquilo silencio del amanecer.
El hambre comienza a hacerse presente. Un ligero gruñido en el estómago de la princesa la incomoda. El aroma fresco del bosque, con notas de pino y tierra húmeda, se mezcla con el dulce perfume de las flores, aumentando su apetito.
—Oye... ¿No hablas mucho, verdad? —pregunta la princesa, rompiendo el silencio que los rodea. Los primeros rayos de sol acarician su rostro y caldean ligeramente la frescura de la mañana.
El lobo permanece en silencio, con su mirada fija en el horizonte. Su pelaje gris oscuro se mimetiza con las sombras del bosque. Sus movimientos son gráciles, casi fantasmal.
—Tengo hambre, ¿podemos al menos descansar?. —solicita la princesa, sintiendo el cansancio y el hambre en su cuerpo. Sus pies descalzos sienten la textura áspera y variada del suelo, desde la suavidad del musgo hasta la dureza de las raíces expuestas.
—Algo me decía que tenías ganas de unos aritos de cebolla. —responde el lobo con una sonrisa traviesa, revelando su aguda intuición. Sus colmillos brillan brevemente a la luz del amanecer.
La princesa baja la mirada y se sonroja, sorprendida por la precisión del lobo en sus deseos culinarios. El rubor calienta sus mejillas, en contraste con la brisa fría.
—Voy a buscar leña para la fogata. — dice la princesa. Se adentra entre los árboles, escuchando el suave murmullo del arroyo cercano. Sus dedos se enredan en la hierba húmeda, y la frescura del rocío acaricia su piel.
—Yo buscaré la cena. —anuncia el lobo. Con una elegancia natural, se adentra en la espesura del bosque. Sus movimientos son silenciosos, como si flotara sobre el suelo.
Mientras tararea una canción que su madre solía cantarle cuando era pequeña, el lobo también siente esa alegría. Ambos comparten un momento de tranquilidad y complicidad en medio de la naturaleza salvaje. Los sonidos de la fauna despertándose con el amanecer, los cantos de los pájaros y el crujir de las hojas bajo los pequeños animales, componen una sinfonía natural a su alrededor.
—¿Por qué estás tan contenta?. —pregunta el lobo, curioso por la melodía que resuena en el bosque.
—Por alguna razón, me siento feliz estando contigo. A propósito, nunca te he preguntado tu nombre. —
—Una vez en una aldea, los aldeanos me gritaron "Ulv" y opté por usar ese nombre... —
—Oh, ya veo... Muy bien, es un gusto, Ulv. Soy la princesa Giselle. —
En ese momento, la princesa escucha las trompetas del ejército del castillo. Los buscan con urgencia. El tono estridente rompe la armonía del bosque.
—¡Están cerca! Busquen a la princesa y maten al lobo. —grita el Capitán del ejército. Su voz resuena como un eco amenazante.
La preocupación invade a Giselle. Siente el peso de la responsabilidad y el peligro que los acecha.
—Debemos continuar. —dice la princesa, con voz firme, mientras el sonido de las trompetas se acerca.
—¿Qué ocurre?. —pregunta Ulv.
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La Princesa y el Lobo
FantasíaEn el año 350, en el vasto continente dominado por el reino de Belkur, una fortaleza imponente y temida por su tiranía, se celebra una gran fiesta en honor a la princesa Giselle. La celebración marca un momento crucial, pues la princesa está destina...