Amanecí con ella a mi lado, la observé, con su rostro angelical y una leve sonrisa se asomó sobre mis labios. Cuando estás rodeada de personas corroídas por la maldad, tener una que posee tanta inocencia, te hace sentir afortunado. Así me sentía, con el privilegio de mirarla dormir ahora un poco más en paz.
La noche no fue como lo esperaba, es decir, estuvo bien hasta el momento en el que Irina se quedó dormida a mi lado. No me percaté de lo mucho que le había afectado lo ocurrido hasta que se quedó dormida y la vi llorar en medio de un sueño, la acurruqué entre mis brazos, intenté que se calmara. Funcionó, pero el mal sabor en mi boca no se quitó en unas largas horas antes de poder quedarme dormido.
En muchas ocasiones, sobre todo cuando estaba esperando a Inessa, me había preguntado que tipo de monstruo sería a la vista de las personas inocentes del mundo y ante esto volvía a preguntármelo.
Me levanté de la cama sin hacer ruido, me metí a la ducha, estuve un buen rato bajo el agua caliente y luego bajé a la cocina. Le pedí a Timur que no dejara entrar a nadie, así que sabía que no habría desayuno y también suponía que Irina querría desayunar antes de marcharse al hospital.
Sabía que iría por la mañana, ya que no le permití quedarse en la noche. Lo mínimo que podía hacer era eso, así que me puse manos a la obra para prepararle el desayuno.
Una persona como yo siempre tiene que tener los conocimientos al menos básicos para poder valerse por sí mismo, pero en mi caso la cocina me había dado curiosidad a mi corta edad.
Le preparé jugo de naranja exprimido, le hice tostadas, huevo revuelto y una taza de café que siempre venía bien. Tampoco sabía que le gustaba a la hora del desayuno, pero unos panqueques en mi opinión no venían mal.
Subí con la bandeja a la habitación, no la encontré en la cama, sino que estaba en el baño, duchándose y abrí la puerta para decirle que el desayuno estaba listo. Me quedé un segundo mirando su cuerpo bajo el agua, estaba con los ojos cerrados y se veía que disfrutaba del momento.
Sentí un fuerte deseo interior de quitarme la ropa, volver a meterme bajo el agua y tomarla allí, sin embargo, aguanté todo deseo,
—Te traje el desayuno —dije en voz suave para no asustarla.
Fue inútil, se sobresaltó un poco y luego sonrío con sutileza con las mejillas amanzanadas.
—Saldré enseguida —dijo dulcemente.
Me retiré, pero no fue por sus palabras, sino por el hecho de que si me quedaba un poco más, todo el esfuerzo que estaba teniendo por contenerme terminaría por ser en vano.
Me dejé caer sobre la cama, miré el desayuno en la mesa de noches y suspiré. Miré el techo allí recostado, como solía hacer seguido, no sé cuanto tiempo transcurrió, solamente salí de mis pensamientos cuando escuché el sonido del picaporte girar.
La vi salir envuelta en una de mis batas, veía algo diferente en su rostro, miró el desayuno encima de la pequeña mesita de noches y se aproximó.
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La pequeña obsesión del Ruso
RomanceIrina Karpova nunca pensó que su talento para el violín la llevaría a cruzarse con Nikolai Volkov. Un millonario ruso con un pasado misterioso, que desde el primer momento crea una gran curiosidad en Irina. Ambos se encuentran en una gala benéfica y...