Capítulo 18 Koa e Isagi, los nuevos socios

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Abracé con fuerza a Irina antes de subir al avión, Dimitri estaba parado a una distancia prudente, sentía su mirada sobre mi nuca y una cierta presión para abordar. Tenía una sensación en el cuerpo que me gritaba que no me marchara, que tenía que quedarme junto a Irina y tal vez era mi instinto.


—Nos tenemos que ir —dijo Dimitri apoyando su mano en mi hombro.


Irina me sonrió, su mirada me decía que todo iba a estar bien, que no tenía por qué preocuparme. Subí al avión con el rostro de Irina grabado en mi mente, gritándome a mí mismo que solamente eran un par de días, que el tiempo pasaría rápido y que tenía a Timur a su lado, que no había nada que pudiera salir mal.


Era una mierda eso de intentar autoconvencerse, pero era lo único que podía hacer. El viaje fue lento, no voy a mentir, no encontraba acomodo en aquel asiento confortable y no había manera de que pudiera dejar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo.


—Te lo juro que no puedo continuar viéndote moverte de ese modo Nikolai —se quejó Dimitri con un vaso de whisky en su mano y los hielos tintinearon al apuntarme—. Esto le pasa únicamente a un hombre enamorado.


—Le puedes llamar como te acomode mejor, pero me enteré de que Irina está embarazada y eso cambia mucho las cosas. Diana quiere el divorcio, no va a soportar otra vez la misma situación y, ¿quieres que te sea honesto? Para mí es perfecto. —solté aquellas palabras de prisa, fue como si la mochila se sintiese un poco más ligera al dejar salir mis pensamientos, así que continué—. No quiero continuar casado con ella, no me importa si Igor quiere intentar destruirme, no será fácil para él.


—Estás perdiendo la cordura, dejar embarazada a tu amante, ponerte en contra de Igor, todo eso es demasiado Nikolai. Tu mundo puede comenzar a desmoronarse en cualquier momento, respeto que hagas lo que te parezca mejor, pero no puedo dejar de advertirte por la amistad que hemos creado, que estás cavando tu propia tumba. —comentó cerrando sus ojos.


Sabía que aquello era la señal de que no iba a continuar con el tema, que no tenía más que intervenir y que la última palabra la tenía yo. Pero realmente no importaba cuantas veces me dijera que mi tumba estaba siendo cavada, no quería ni estaba dispuesto a renunciar a Irina.


Me sentí aliviado al dejar salir con alguien mis pensamientos, sin embargo, la preocupación por Irina no desaparecería. Intenté quedarme dormido, cerré los ojos y volvieron los pensamientos de Inessa a mi mente, imaginé su rostro, como sería su sonrisa.


Imaginar lo que no pude tener, siempre me llevaba en cierto aspecto a un estado de paz, era quizá el masoquismo, pero me sentía tranquilo al fantasear con momentos que la vida me negó. Mi cuerpo comenzó a sentirse débil, relajado, como si poco a poco los problemas estuvieran desapareciendo.


Sentí que me sacudieron, abrí los ojos de repente y me encontré con el rostro fruncido de Dimitri, así que me apresuré a erguirme.


—Lo siento, te estaba llamando hace rato y no lograba que despertaras —explicó pasando su mano por el cabello—. Ni siquiera parecía que estuvieras respirando, estaba a punto de llamar a la azafata, joder, llegamos.

La pequeña obsesión del RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora