La vida me había enseñado en reiteradas ocasiones que debía de tener cuidado, que siempre debía de alojar algo de temor en mi corazón. Pero jamás sentí tanto miedo hasta ahora. Atrapada en las cuatro paredes de la habitación privada de un club clandestino.
Mis ojos recorrieron el lugar, en busca de ayuda, de un alma caritativa que me sacara de allí. Sí, probablemente yo era la única culpable de mi miseria, aunque la vida no era menos culpable, no dejaba de acorralarme y recordarme que nací para ser miserable.
Desde la muerte de mi madre me había tocado a mí hacerme cargo de mi hermana menor, Yulia. Nada fue fácil, desde aquel entonces, cargar con los horarios laborales y las responsabilidades que conlleva tener un menor a cargo. Todo era simplemente demasiado.
Esto no quiere decir que Yulia no fuera mi adoración. Siempre lo fue, desde su nacimiento, que aunque había llegado de forma sorpresiva, lo había hecho para traer la paz a nuestra casa.
Nunca supe quién era el padre de Yulia, aunque en reiteradas ocasiones le pregunté a mi madre, que se negó en cada una de ellas a decirme algo al respecto. Entonces, no hubo con la partida de mi madre a quien reclamarle, ni tampoco a quien pedirle ayuda.
Tuve que agradecer que al menos la vida no me dejó en completa soledad. Somos Yulia y yo, contra todo, contra la vida misma.
Regresando al punto en el que me encontraba miré a Nikolai, sus ojos destellaban un profundo deseo y devoción que aún me encontraba muy lejos de descubrir de donde venían.
Su simple presencia me aplastó el pecho con fuerza, no llegaba a comprender del todo que era aquello, quizá el instinto humano pidiendo a gritos que lo escuche.
Una pequeña risa escapó de sus labios, apoyó una mano contra la pared y podía sentir su aliento cálido.
—No tienes nada que temer Irina. —me aseguró con aquel tono de voz desbordado de soberbia—. No quiero hacerte daño, de así quererlo no lo haría aquí. Jamás mancharía el nombre de mi club.
Mis labios se fruncieron y se formó un debate en mi interior. Quería decirle que su club ya cargaba con una dudosa reputación, pero también si lo hacía corría el riesgo de que hubiese consecuencias.
Por Yulia, todo lo hacía por ella. Solamente por ello me quedé con la boca cerrada y bajé la mirada en espera que eso fuera suficiente para que Nikolai tomara un poco de distancia.
Sin embargo, fue un intento estúpido, Nikolai levantó mi rostro por el mentón y me apartó un mechón del cabello, que colocó detrás de mi oreja.
Era la primera vez en la vida que lo tenía ante mis ojos y no dejaba de tratarme como si fuera libre de hacer con mi vida lo que le plazca.
—Quiero que seas mía Irina —murmuró.
Un comentario jodidamente desagradable, ¿en qué siglo cree ese hombre que se vive? Las personas habían dejado de pertenecerle a otras desde hace décadas. Mi mirada desprendía furia, que aquello lo llevó a soltar una risa ronca que inundó toda la habitación.
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La pequeña obsesión del Ruso
RomanceIrina Karpova nunca pensó que su talento para el violín la llevaría a cruzarse con Nikolai Volkov. Un millonario ruso con un pasado misterioso, que desde el primer momento crea una gran curiosidad en Irina. Ambos se encuentran en una gala benéfica y...