Muchas veces me había burlado cuando escuchaba ese término de sentir suciedad, sin embargo, ahora sabía perfectamente a lo que se referían.
Esa mujer sabía exactamente lo que estaba haciendo allí, sabía que me vendía a su esposo y nada podía hacerme sentir más sucia que eso. Le pedí al chofer de Nikolai que me llevara de regreso a mi apartamento, él me dijo que se quedaría fuera por si lo necesitaba y yo sentí el nudo en mi garganta hacerse más grande.
Me metí bajo el agua caliente, un baño solía solucionarlo todo. En esta ocasión no se sentía de ese modo, me rompí, como una niña pequeña luego de no haber podido salir por un día de intensas lluvias a jugar con sus amigos.
Me rompí de la misma manera que lo hace un niño cuando su carrito favorito es aplastado. Estaba destruida, vulnerable y sin saber que era lo que debía de hacer.
Una parte de mí sentía que aquello fue lo correcto, pensar en el tratamiento de Yulia me daba esa certeza. Sin embargo, aquella mirada juzgadora, era incluso más fuerte que lo que yo quería creer.
Esa mujer había perdido a su hija y para colmo estaba yo, que me veía como la mujer que le robaba lo único que todavía le quedaba.
Cuando logré parar el llanto salí de la ducha, miré mis ojos rojos delante del espejo y contuve mi respiración algunos segundos. Mi celular comenzó a sonar justo en aquel momento, miré la pantalla y era un número desconocido.
Dudé de si debería de atender a la llamada, pero lo hice y entonces escuché la voz familiar al otro lado de la pantalla.
—Apenas regresé de mis vacaciones y me entero de que te despidieron —dijo la voz al otro lado logrando que me arrancara una sonrisa—. No sé si sea necesario decirte que soy Vasily.
—No es necesario tonto —dije entre risas y carraspeé un poco aclarando mi voz.
—¿Estuviste llorando? —pregunta de repente.
Un silencio devastador se forma en la línea y dudo entre decir la verdad o una cruel mentira. Vasily me conoce lo suficiente para saber que sí estuve llorando, al final de cuentas llevo mucho tiempo de conocerle, fue gracias a él que conseguí el trabajo en la tienda y siempre ha estado para mí en los peores momentos.
—Lo he estado —respondo con sinceridad.
—Aún no regreso al trabajo, tengo toda la tarde libre, ¿te apetece que nos veamos para beber un café? —pregunta con la preocupación remarcada en su voz.
Me miré una vez más al espejo, en realidad salir era algo que no me apetecía mucho. Si decía que no quería salir de casa le causaría incluso más preocupación, así que se me ocurrió que la mejor opción era pedirle que viniera.
—Ven a mi casa, vamos a estar más cómodos aquí para charlar —le dije un poco más calmada.
—Estaré ahí en una hora, llevaré helado —dijo animado.
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La pequeña obsesión del Ruso
RomanceIrina Karpova nunca pensó que su talento para el violín la llevaría a cruzarse con Nikolai Volkov. Un millonario ruso con un pasado misterioso, que desde el primer momento crea una gran curiosidad en Irina. Ambos se encuentran en una gala benéfica y...