Un día en el instituto

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El lunes por la tarde, el instituto bullía de actividad. Los pasillos se llenaban de estudiantes que se apresuraban a sus clases, el murmullo de conversaciones y el sonido de casilleros abriéndose y cerrándose creaban una cacofonía familiar.

Mateo subía las escaleras hacia el segundo piso, su mente aún llena de recuerdos del sábado. La sonrisa de Kiara, su risa, el roce de su mano... todo parecía tan vivido. Distraído, sacó su teléfono del bolsillo, sus dedos deslizándose ansiosamente por la pantalla en busca de algún mensaje de ella.

En ese mismo momento, Carlos bajaba las escaleras, también absorto en su teléfono. Llevaba su habitual atuendo holgado: unos jeans anchos y un suéter oversize que ocultaba su figura. Su cabello, un poco más largo de lo que solía llevarlo, caía suavemente sobre su frente.

El choque fue inevitable. Ambos, demasiado concentrados en sus pantallas, colisionaron en el descanso de la escalera. El impacto los sacó de balance, y sus teléfonos se escaparon de sus manos, cayendo al suelo con un ruido sordo.

"¡Lo siento mucho!" exclamaron al unísono, sus voces mezclándose en una sincronía perfecta.

Mateo fue el primero en reaccionar. Se agachó rápidamente, recogiendo ambos teléfonos. Al levantarse, se encontró cara a cara con Carlos, sus rostros a centímetros de distancia.

"Aquí tienes," dijo Mateo, extendiendo el teléfono hacia Carlos.

Sus dedos se rozaron al hacer el intercambio, y ambos sintieron una corriente eléctrica recorrer sus cuerpos. Sus mejillas se tiñeron de un suave tono rosado.

Por un instante, el mundo pareció detenerse. Mateo se encontró inclinándose ligeramente hacia adelante, como si fuera a saludar a Carlos con un beso en la mejilla, tal como lo había hecho con Kiara el sábado. Carlos, por su parte, pareció hacer el mismo movimiento instintivo.

Se detuvieron a medio camino, súbitamente conscientes de lo que estaban a punto de hacer. El silencio que siguió fue denso, cargado de una tensión inexplicable.

Sus ojos se encontraron, y Mateo sintió que se perdía en esa mirada. Los ojos de Carlos, notó, eran idénticos a los de Kiara: grandes, expresivos, con ese brillo de inteligencia y picardía que lo había cautivado el sábado.

El momento se extendió por lo que pareció una eternidad, aunque en realidad solo fueron unos segundos. Finalmente, ambos apartaron la mirada, incómodos y confundidos por lo que acababa de suceder.

"Yo... eh..." comenzó Mateo, buscando desesperadamente algo que decir para romper la tensión.

"¿Cómo estuvo tu fin de semana?" interrumpió Carlos apresuradamente, su voz un poco más aguda de lo normal.

Mateo parpadeó, sorprendido por la pregunta. "Bien, muy bien," respondió automáticamente, su mente aún procesando lo ocurrido.

Carlos asintió rápidamente, evitando el contacto visual. "Qué bueno," murmuró, jugueteando nerviosamente con el borde de su suéter.

El silencio amenazó con caer sobre ellos nuevamente, pesado y lleno de preguntas no formuladas.

La puerta del aula se abrió con un chirrido, y los estudiantes comenzaron a entrar. Mateo siguió a Carlos, sus ojos fijos en la espalda del chico mientras avanzaban por el pasillo entre los pupitres.

Carlos se deslizó en un asiento de la primera fila, colocando su mochila en el suelo junto a él. Mateo escaneó la habitación, esperando encontrar un lugar vacío al lado de su amigo, pero todos los asientos cercanos estaban ocupados. Con un suspiro apenas audible, se sentó directamente detrás de Carlos.

El profesor entró, y la clase comenzó. Mateo intentaba concentrarse en la lección, pero su mirada seguía desviándose hacia Carlos. Notó cómo jugaba distraídamente con un mechón de su cabello, cómo inclinaba ligeramente la cabeza cuando tomaba notas. Cada pequeño gesto le recordaba a Kiara, y la confusión en su interior crecía.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la clase terminó. Los estudiantes comenzaron a guardar sus cosas, el ruido de cremalleras y conversaciones llenando el aire.

"Oye, Mateo," dijo Carlos, girándose en su asiento para mirarlo. "¿Escuchaste lo del nuevo trabajo en parejas?"

Mateo asintió, guardando su último cuaderno. "Sí, suena interesante. ¿Tienes ya compañero?"

"De hecho," Carlos sonrió tímidamente, "me preguntaba si querrías trabajar conmigo."

El corazón de Mateo dio un vuelco. "¡Claro! Me encantaría," respondió, quizás con demasiado entusiasmo.

Salieron juntos del aula, discutiendo los detalles del proyecto mientras caminaban por el pasillo.

"¿Cuándo crees que podríamos reunirnos para empezar?" preguntó Carlos, ajustando la correa de su mochila.

Mateo consideró su horario. "¿Qué tal el viernes después de clases? O si prefieres, podríamos vernos el fin de semana."

"El viernes suena bien," dijo Carlos. Luego, como si recordara algo, añadió: "El sábado no puedo, tengo... planes familiares."

"Oh, yo tampoco puedo el sábado," dijo Mateo, sintiendo un cosquilleo de emoción al pensar en su cita con Kiara. "De hecho, voy a salir con tu hermana. Vamos a ir al cine."

Carlos se detuvo abruptamente, sus ojos se abrieron de par en par. "¿Con... con Kiara?" preguntó, su voz apenas un susurro.

Mateo, sin notar la reacción de Carlos, continuó: "Sí, es... bueno, espero que no te moleste que te lo diga, pero creo que es la chica más linda que he conocido. Estoy contando los días para verla de nuevo."

El silencio que siguió fue pesado. Mateo finalmente miró a Carlos y notó su expresión seria, casi perturbada.

"Carlos, ¿estás bien?" preguntó, preocupado.

Carlos pareció salir de un trance. Parpadeó varias veces, y luego, como si se pusiera una máscara, sonrió. Pero la sonrisa no llegó a sus ojos.

"Sí, sí, estoy bien," dijo, su voz sonando un poco forzada. "Me alegro por ti y por Kiara. Espero que la pasen bien en su cita."

Mateo frunció el ceño, confundido por la reacción de Carlos. ¿Estaba siendo protector con su hermana? ¿O había algo más?

"Gracias," respondió Mateo, inseguro. "Espero que no te incomode que salga con tu hermana."

Carlos negó con la cabeza. "No, para nada. Es solo que... bueno, es mi hermana gemela. Somos muy cercanos. Pero estoy seguro de que se divertirán."

Con esas palabras, Carlos se despidió apresuradamente, dejando a Mateo en el pasillo, más confundido que nunca. Mientras veía a Carlos alejarse, no pudo evitar pensar que había algo más en esa reacción, algo que no lograba descifrar. La sensación de que había un misterio por resolver se hizo más fuerte que nunca.

Descubriendo a KiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora