Reflexiones matutinas

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El sábado amaneció con una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas del apartamento de Carlos. Despertó lentamente, sus ojos ajustándose a la claridad mientras los recuerdos de los últimos días inundaban su mente.

Se quedó en la cama, observando el techo, su mente divagando hacia los acontecimientos que lo habían llevado a este punto. Hacía apenas unos meses, su vida era completamente diferente. Su madre y su hermana gemela, Kiara, habían tenido que viajar repentinamente, dejándolo solo en el apartamento familiar. El dormitorio de Kiara permanecía intacto, como un recordatorio constante de su ausencia.

Carlos se levantó y caminó por el pasillo, deteniéndose frente a la puerta cerrada de la habitación de su hermana. La abrió suavemente, inhalando el familiar aroma a vainilla que siempre había caracterizado a Kiara. La ropa en el armario, los libros en los estantes, incluso el cepillo en el tocador: todo estaba exactamente como lo había dejado. Era como si el tiempo se hubiera detenido en esta habitación.

Sentándose en la cama de Kiara, Carlos reflexionó sobre su situación actual. Su padre se había ido a los pocos días que se fueron su mamá y hermana, formando una nueva familia y limitando su relación a transferencias mensuales para cubrir sus estudios y alimentación. La soledad del apartamento a veces lo abrumaba, pero últimamente, esa soledad había sido interrumpida por pensamientos sobre Mateo.

"¿Por qué contesté la llamada de Mateo como Kiara?" se preguntó en voz alta, su voz resonando en la habitación vacía. Nunca antes le había atraído un chico. De hecho, nunca había sentido una conexión tan fuerte con nadie hasta ahora.

Recordó las veces que había suplantado a Kiara para sus exámenes. Siempre habían sido interacciones breves y funcionales, nunca involucrando conversaciones extensas o personales. Pero esa llamada telefónica con Mateo había sido diferente. Durante esa hora, se había sentido transformado, como si una parte de él que siempre había estado dormida finalmente despertara.

 Durante esa hora, se había sentido transformado, como si una parte de él que siempre había estado dormida finalmente despertara

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Carlos se levantó y se miró en el espejo de cuerpo entero de Kiara. Recordó la sensación de libertad y felicidad que experimentó en el centro comercial, actuando como una chica por primera vez fuera del contexto de los exámenes. La emoción de elegir ropa, de sentir la tela suave contra su piel, de ver la admiración en los ojos de Mateo... todo había sido abrumadoramente placentero.

"¿Quién soy realmente?" murmuró, tocando suavemente el reflejo en el espejo. ¿Era Carlos? ¿Era Kiara? ¿O era alguien entre los dos, alguien que apenas estaba empezando a descubrir?

Con un suspiro, Carlos salió de la habitación de Kiara, cerrando la puerta suavemente detrás de él. Se dirigió a la cocina para prepararse un café, sabiendo que tenía mucho en qué pensar antes de su cita con Mateo esa tarde.

Carlos se sentó en el sofá de la sala, sosteniendo una taza de café caliente entre sus manos. El aroma reconfortante del café llenaba el aire, pero hacía poco para calmar el torbellino de pensamientos en su mente.

Mientras sorbía lentamente su bebida, sus ojos vagaban por la habitación, deteniéndose en las fotos familiares que adornaban las paredes. Fotos de él y Kiara cuando eran niños, siempre juntos, siempre sonriendo. ¿Cuándo habían empezado a cambiar las cosas? ¿Cuándo había comenzado a sentirse más cómodo siendo Kiara que siendo él mismo?

Pero ahora, había otro factor en la ecuación: Mateo.

Carlos cerró los ojos, recordando cada interacción que habían tenido. Las miradas furtivas durante las clases, la forma en que sus manos se rozaban "accidentalmente" al pasar papeles, la tensión eléctrica que parecía llenar el aire cada vez que estaban cerca el uno del otro.

Luego, estaba el incidente en el ascensor. Carlos sintió que sus mejillas se calentaban al recordar cómo Mateo había sostenido sus manos, calmándolo durante su ataque de pánico. La sensación de los dedos de Mateo entrelazados con los suyos había sido... increíblemente reconfortante. Más que eso, había sido como si algo encajara perfectamente, como si sus manos hubieran sido diseñadas para sostenerse mutuamente.

Y luego estaban esos momentos incómodos al saludarse y despedirse. Carlos recordó vívidamente cómo su corazón había saltado cuando sus rostros estuvieron tan cerca la noche anterior, cómo por un breve instante había pensado en cerrar la distancia entre ellos...

"Es obvio que algo está pasando", murmuró Carlos para sí mismo, colocando la taza de café en la mesa de centro. "Mateo debe haberlo descubierto ya".

La realización lo golpeó con fuerza. Si Mateo lo sabía, si había descubierto que Carlos y Kiara eran la misma persona, ¿por qué no había dicho nada? ¿Por qué seguía actuando como si todo fuera normal?

Una pequeña chispa de esperanza se encendió en el pecho de Carlos. Tal vez... tal vez a Mateo no le importaba. Tal vez sentía lo mismo que Carlos estaba sintiendo, esa atracción inexplicable, esa conexión que trascendía el género y la identidad.

Carlos se levantó del sofá y comenzó a caminar por la habitación, su mente trabajando a toda velocidad. Si Mateo lo sabía y aún así quería seguir adelante con la cita de esa tarde, ¿qué significaba eso? ¿Estaba preparado Carlos para enfrentar la verdad, para ser completamente honesto no solo con Mateo, sino consigo mismo?

Se detuvo frente a la ventana, mirando la ciudad que comenzaba a despertar. En unas horas, se encontraría con Mateo en el cine. Como Kiara. Pero por primera vez, la idea de ser Kiara no se sentía como un escape o una actuación. Se sentía como una oportunidad de ser auténtico, de mostrarse tal como era, con todas sus complejidades y contradicciones.

Con un profundo suspiro, Carlos tomó una decisión. Hoy sería el día. Hoy, sin importar las consecuencias, sería completamente honesto con Mateo. Y tal vez, solo tal vez, esa honestidad podría ser el comienzo de algo hermoso y auténtico entre ellos.

Descubriendo a KiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora