3- Venganza

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Nicolás 

—Nicolás, ¿a dónde vas? —dijo mi querido padre, James Killer. Vestía su perfecto traje de trabajo, sus ojos agotados y su voz demandante.

—A mi cuarto, al único lugar donde puedo estar solo —le respondí desafiante.

Mi padre y yo no teníamos una buena relación desde aquel maldito día, era solo un niño no era justo que me tocara pasar por eso.

Cuando tenía 8 años tuve un problema con un compañero de la escuela y nos peleamos, mi madre, Ana, fue a la escuela cuando el director pidió la presencia de uno de mis padres. Después de la plática con el director mi madre me dejó en casa, me dijo que mi padre estaba allí y ella tenía que regresar al trabajo.

Me dirigí a mi cuarto, dejé mis cosas y fui a buscar a mi padre a su cuarto y allí estaba el intachable padre de familia y el gran empresario querido por todos con su amante.

Ambos se encontraban encima de la cama en la que dormía con mi madre. Agradecí que aún estuvieran con ropa, pero no me escapé de ver la escena de ellos besándose.

Al ver tal situación traté de irme corriendo pero estaba tan nervioso que me caí, ahí fue cuando mi padre me vio. Me dijo que si contaba algo de lo que había visto yo sería el único culpable de que la familia terminara, que si contaba algo mi madre se pondría muy triste y dejaría de ser feliz. Y todo sería mi culpa. Con lágrimas en mis ojos y la escena aún en mi mente salí corriendo a mi habitación. Desde ese día algo cambió dentro de mí, la culpabilidad y la vergüenza se volvieron parte de mi vida.

Pensé que lo mejor sería alejarme de ambos, me volví muy independiente y aprendí a tragarme mis problemas y no permitir que me afectaran. O al menos eso intentaba.

Desde ese día me callé y he vivido con esa carga, esa carga que no me permite ver a los ojos a mi madre, esa carga que me hace odiar a James. Desde ese día mi vida cambió, yo cambié. Incluso hoy mi pasado cobra vida en mi presente.

—Nicolás, ¿cuándo piensas dejar de ignorar a tu padre?

Al escuchar lo fácil que lo dijo mi cuerpo se llenó de irna, cerré mis ojos tratando de controlarme, apreté mis puños fuertemente y subí a mi cuarto.

Solo quería olvidarme de ese mal rato, solo quería olvidar mi pasado o mi presente, quizás ambos.

Me acosté en mi cama y le escribí a la pequeña acosadora, la chica no estaba mal. Cabello castaño, ojos café, pequeña estatura y buenas curvas, pero no era mi tipo. Se veía inocente y tranquila, a diferencia de las que yo acostumbraba. Las cuales tenían claro a lo que iban y lo que querían, nada de sentimientos, nada de culpabilidad. Me gustaba estar con chicas que pensaran como yo, que no buscaran nada serio ni intentaran crear un vínculo sentimental. Y ella, no parecía ser así.

Por otro lado, su actitud me pareció interesante. Era algo difícil de explicar, no quería nada con ella, pero aún así quería conocerla.

—Buenas noches acosadora.

Le escribí pero no estaba en línea. Por un momento a mi mente vino el vago recuerdo de como se mordía el labio inferior en mi auto, como se erizaba su piel y lo nerviosa y desafiante que era a la vez.

Casi a nada de dormirme me llegó un mensaje.

Mía:
—Necesitamos hablar.

Quizás no debí salir con ella, teniendo en cuenta que se hizo ilusiones sola porque jamás le prometí nada me da pena por ella, a pesar de su caparazón de chica fría y mala persona es más que eso.

¿Pasado o presente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora