14- Confusión

6 2 0
                                    

Ahinoa

Salí del baño y me encontré con mi madre en la cocina. Le dí un beso en la frente y subí a mi habitación. Aún no había arreglado la cama y tenía bastante desorden. Me dispuse a recogerlo todo antes de que mi señora madre lo viera y me regañara por ello.

Cuando al fin terminé me acosté en mi cama boca arriba, mirando al techo. Cerré los ojos, sin lugar a dudas no había nada mejor que ducharse y ponerse ropa cómoda. La ventana de mi habitación se abrió de golpe y me sobresalté. Fuera había bastante aire, el verano se había esfumado y dentro de pronto diciembre nos abriría las puertas. Cerré rápidamente y me puse una sudadera que me regaló Patrick.

Antes de que pudiera volver a acostarme escuché la voz de mi madre. Bajé las escaleras y me encontré con Nicolás sentado en el sofá de la sala muy relajado.

—Hola, Nico —lo saludé y me regañé mentalmente por decirle Nico.

El me ofreció una media sonrisa y me puse nerviosa. Mi madre seguía en la cocina dando vueltas de un lado para otro.

—Más tarde les llevaré una merienda —nos informó con una cálida sonrisa.

—Vale —miré a Nicolás y le hice una señal con mi mano para que subiera—. Estaremos arriba.

—Muy bien —dijo ella.

Me dispuse a caminar detrás de Nicolás cuando mi madre me volvió a llamar y me volteé a mirarla.

—La puerta abierta señorita —me advirtió.

—Lo sé, lo sé —puse los ojos en blanco.

Mientras subía no pude evitar mirar la espalda de Nicolás. Pensamientos poco sanos vinieron a mi mente.

Está muy bueno.

Lo está.

Ese cabello rizado es una debilidad.

Lo es.

Esa mirada y esa sonrisa hipnotizan.

Lo hacen.

Y ni hablar de la espalda, las manos...

—Muy linda tu habitación —me sacó de mi turbia conversación con mi subconsciente.

—Eh... gracias —no es normal que piense esas cosas con él a mi lado, qué vergüenza.

Caminó hacia mí, su mirada fija en la mía. Mi respiración comenzó a acelerarse con cada paso que daba. Intenté caminar hacia atrás pero terminé chocando con mi mesita de noche. Olía demasiado bien, una fragancia tan única, tan embriagadora. Me ofreció una sonrisa malévola antes de inclinarse a mi lado para tomar algo que había encima de la mesita.

—Interesante elección —elevó mis bragas de los ositos cariñositos.

Abrí los ojos en sorpresa y se las quité rápidamente para lanzarla al cesto de la ropa sucia —aunque no estaban sucias era mi única vía de escape— él soltó una sonrisa que me hizo sentir avergonzada.

Eso te pasa por ordenar a última hora.

Me regañó mis subconsciente y odié que tuviera razón.

—Son privadas —me encogí de hombros.

—Ya no —ladeó la cabeza.

—Digamos que nunca lo viste y que lo siguen siendo.

—Digamos que son privadas para todos menos para mí.

¿Es normal que su prepotencia me encante y me moleste a la misma vez? Estoy mal de la cabeza.

¿Pasado o presente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora