13- La visita más deseada

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Nicolás

Llevo varias horas caminando por los pasillos de mi casa, metía mis manos en los bolsillos de mi pantalón y luego las sacaba, las metía y las sacaba otra vez, así sucesivamente debido al nerviosismo que venía sintiendo. Mi corazón latía efusivamente e intentaba relajarme, pero era imposible.

Mi madre estaba a punto de llegar de Estados Unidos. Sabía que se aproximaba el momento que había estado evitando la mitad de mi vida. Estaba seguro de que había llegada el momento de darle explicaciones a mi madre.

Me detuve a mirar mi reloj y tomé asiento. Miré un cuadro que había encima de la mesa moderna que había en la sala. Un cuadro de cuando era niño con mis padres. Cerré mis ojos y tomé una bocanada de aire. Me coloqué de espaldas al cuadro y dejé mi vista fija en la puerta principal.

Al menos la recibiría yo solo. Mi padre aún estaba recuperándose del accidente así que se encontraba descansando en su habitación. La situación entre nosotros ha sido extraña desde entonces, lo he estado ayudando pero no hemos vuelto a tocar el tema.

Después de tanto suplicio al fin sonó el timbre. A penas lo escuché corrí a abrir la puerta. Justo delante de mis ojos estaba mi madre. Ella es una mujer muy elegante. Su cabello negro siempre lo lleva recogido y un maquillaje muy sencillo. Con solo verla desborda su dulzura y calidez. Es una mujer de una incalculable belleza interior y exterior.

—Madre.

A penas la vi la abracé. Llevaba más de tres meses sin verla y nadie puede imaginar lo mucho que la extrañaba. Ella me correspondió el abrazo con la misma felicidad que yo y algunas lágrimas cayeron de sus ojos.

—Mi amor —me abrazó un poco más fuerte—. Te extrañé mucho —se separó de mí y se quedó mirando mi rostro embobada.

—¿Todo bien? —pregunté.

—Hace tanto no te veía. Estás tan guapo.

—Eso se llama amor de madre —solté una broma y ella sonrió.

—¿Me dejarás en la puerta?

—No, claro que no —me aparté un poco para que pudiera pasar y entré sus maletas—. Lo siento, estaba distraído.

—No pasa nada cariño, lo sé —tomó asiento—. ¿Cómo sigue tu padre?

Noté que se tensó un poco al mencionarlo.

—Está arriba. Ha estado descansando y se está recuperando muy bien —tomé asiento a su lado.

—Me alegro, más tarde iré a verlo.

—¿Cómo estás tú? —no pude evitar preguntarlo.

—Eh... bien —frunció el ceño—. ¿Por qué?

—Por el divorcio —respondí sin titubear.

—Lo llevo bien. Es parte de la vida.

—Lo siento, mamá —dije con la voz un poco quebrada.

—Cariño no te preocupes —dijo dulcemente—. Tú no tienes la culpa de nada.

—Si te hubiera contado antes quizás... —ella me interrumpió antes de que pudiera continuar.

—Yo no he venido a reprocharte nada, en realidad me duele que hayas tenido que formar parte de todo esto —tomó mis manos entre las suyas—. Hace años que nuestro matrimonio tenía problemas.

—No lo sabía, pero siempre lo sospeché.

—Por eso paso la mayor parte del tiempo fuera —hizo una pausa—. Esta decisión fue lo mejor para todos.

¿Pasado o presente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora