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El sol empezaba a verse en el horizonte cuando un sonoro ruido producido por una cazuela despertó a Astrid. Ella sabía muy bien lo que significaba aquello, por lo que se levantó de la cama aún cansada de los días anteriores. Pués las visitas de cierta persona la obligaba a permanecer algo más en el teatro. Él aseguraba que iba a estar poco tiempo pero lo que iba a ser un solo día se prolongó hasta ahora y aquello le había afectado a su ciclo de sueño.

Dejó de lado los pensamientos cuando escuchó los gritos de su madre que pedía que bajarán rápido. Su hermana que había dormido toda su vida con ella y aunque tenía ahora más habitaciones en las que dormir, todavía permanencia en ella, parecía más animada y con más energía.

Muchos decían que cuando las veían juntas poseían similitudes, otros creían que eran idénticas, por el color rubio y ojos azules que habían heredado de su madre. Pero Astrid sabía que era notoria la diferencia de edad que tenían, ella era una joven de 19 años mientras que su hermana pequeña tenía 15, por lo que su complexión corporal era bastante diferente.

— Astrid — la llamó su hermana cuando está se preparaba para bajar — pareces una bruja con esas ojeras.

— Al menos soy una bruja lista — sonrío Astrid.

Estaba por bajar las primeras escaleras, cuando su hermana le sostuvo la mano con determinación. Eso le asustó al principio, pues sabía que algo había descubierto que no debía. Pero su hermana era así, le encantaba indagar en los trapos sucios de los demás y en seguida descubría que pasaba, nadie podía escapar de sus garras.

Cuando cruzaron miradas, Astrid suspiró. Era consciente de lo que su mirada dictaba que le dijera, pero le desafío con la mirada para que le sonsacara información.

— ¿Te has estado viendo con alguien? — le pregunto directamente.

— No te lo voy a decir Sigrid.

— Entonces no lo niegas. — afirmó ella— Se que has estado viniendo más tarde de lo normal a casa.

— Es alguien importante de la alta sociedad — confesó en un suspiro — pero no es nada romántico.

— Ya,ya.

Aunque su hermana no la creía, ella no estaba interesada en aquel hombre. Es más, le parecía demasiado improbable etiquetarlo como un romance futuro y es que él ni siquiera le estaba cortejando.

Bajo las escaleras ignorando las últimas palabras que había mencionado Sigrid, antes de ver a su madre con los brazos cruzados haciéndolas saber que habían tardado demasiado. Se disculparon con una ligera sonrisa que delataba su diversión ante la situación y procedieron a empezar a desayunar y después proseguir con las tareas de la casa.

Ayudó a su madre a poner la mesa para el desayuno mientras su hermana la miraba con una sonrisa victoriosa en los labios. Aquella sonrisa era porque había evitado poner la mesa que poco le gustaba. Ella le sacó la lengua y continuó poniendo los platos.

Ella y Sigrid pese a llevarse varios años de diferencia parecían mejores amigas, por eso no le importaba que de vez en cuando cogiera prestado sus vestidos o que durmiera con ella en la misma cama, habían aprendido a convivir juntas tras la partida de sus hermanas.

Una vez terminado, todos se sentaron en la mesa para disfrutar del desayuno que consistía en un trozo de pan, unas pocas frutas y una rebanada de queso. Empezaron a comer en silencio, algo que apreciaba el padre pues decía que era tranquilizador. Pero tan pronto como estaba disfrutando, la madre empezó a hablar.

— Ha llegado a mis oídos que el cuadro que le están haciendo al príncipe es de un pintor de por aquí ¿No os parece increíble? — informó con su voz cantarina — Y que se podrá ver hoy a la tarde en la plaza antes de que lo manden al castillo. Deberíamos ir, me han dicho que es un hombre apuesto.

My LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora