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Hiccup la miró perpleja, sin podérselo creer. Pensaba en las veces que se habían juntado para buscar pistas que le delatase, pero por mucho que pensara no había ninguna manera de que ella pudiese descubrirlo. Pues había sido extremadamente cuidadoso, entonces ¿Cómo le había descubierto ella?

Trago saliva algo nervioso y la observó directamente a los ojos como si pudiera descifrar sus pensamientos. Pero no podía saber lo que estaba pensando de él, tal vez le odiaba por haberle ocultado su identidad pese haberle dicho que no podía revelarlo o tal vez no se lo podía creer y huiría para dejar de hablarle por el hecho de tener un cargo tan importante. En cualquiera de los dos casos no le gustaba la idea para nada.

No era porque habían entablado una amistad, pues con ella era algo complicado ya que evitaba abrirse con él, aunque sí mantenían una buena relación. No obstante, era el lugar lo que más le atraía de aquel sitio, podía pasar desapercibido y visualizar la belleza de la naturaleza, lo que en el castillo no podía.

— Esto debe quedar entre nosotros — le comentó finalmente el castaño.

— Lo sé.

— Bien — suspiro Hiccup — Me gustaría pedirle por favor que trate conmigo como antes. No deseo que cambie nuestra relación, si no le resulta un inconveniente.

Astrid asintió y se sintió un poco más tranquila. Aunque le incomodaba un poco sabiendo que era el príncipe, pudo gestionar sus emociones para tratar de fingir que era otra persona cualquiera.

Hiccup se quitó finalmente la capucha, asegurándose primero que no había nadie más dentro y es cuando se dejó ver en carne y hueso. Ella le analizó de arriba abajo, tratando aún de asimilarlo. Pelo castaño claro que parecía pelirrojo en el sol, un rostro puntiagudo y lleno de pequeñas pecas que en el retrato no se llegaba a apreciar, ojos tan verdes como el bosque y unos labios finos era lo que veía enfrente.

— ¿Cómo...? — empezó preguntando sin poder finalizar la pregunta — usted...

— ¿Cómo lo he descubierto? — terminó la pregunta ella — Esta tarde han expuesto su retrato en la plaza, por lo que me pude percatar del parecido que tenía a usted en cuanto a complexión corporal. Pero lo que me hizo darme cuenta fueron las palabras que me dijo aquel día.

Él había dado permiso a que lo expusiera en la plaza una vez que había terminado el retrato, aunque su padre no estaba de acuerdo con aquello. Pero no sabía que iba a llegar a saber que Astrid iba a descubrirlo por ello.

Astrid jugueteó con sus manos nerviosa mientras veía como Hiccup apoyaba su mano en la boca pensativo. Había descubierto que cuando él pensaba tenía la manía de poner su dedo pulgar en los labios y aquello le resultaba un tanto atractivo.

El camerino de pronto se encontró completamente en silencio, tal era el silencio que solo se escuchaban las respiraciones de cada uno. Ella se acercó al sofá que se encontraba en la esquina y se sentó. Fue imitada por Hiccup quien se sentó a su lado, manteniendo la vista en la pared desgastada del camerino.

De pronto se miraron y él se percató de que ella tenía los ojos más azules que había visto jamás y un brillo salvaje que encajaba a la perfección con su personalidad, que por cierto, le gustaba bastante.

— Cumplire con la promesa de no revelar su identidad, pero quiero pedirle también un favor — pidió.

— Por supuesto — contestó.

— Usted sabe pelear, ¿verdad? — pregunto un poco vergonzosa por lo que estaba apunto de pedir.

Hiccup asintió sin saber siquiera a dónde se dirigía aquella conversación. Pero Astrid quien deseaba conocer el arte de las peleas y las armas vio una oportunidad en él. Si le enseñaba podría, por fin, cumplir su sueño. Pero solo si él le ayudaba.

My LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora