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Astrid entró en el camerino bebiendo un vaso de agua para aliviar su garganta y cerró la puerta con cuidado de no dar un portazo. Cuando vio a Hiccup sentado en el sofá leyendo una hoja de papel arrugada, todas sus emociones fueron expuestas involuntariamente y no sabía cómo controlarlas.

Se aproximó con sigilo para no molestarlo, pues parecía estar muy concentrado en lo que leía. Pero, sin embargo, cuando se sentó a su lado hizo que él perdiera su interés en el papel y la mirase a ella con una sonrisa en los labios. Ella no tenía ni idea de cómo hacía para hacerla sentir así de extraña cuando le dedicaba una de esas sonrisas. Pero se sentía una estúpida, como si la hubiese desnudado delante de él.

Se encogió de hombros en cuanto esté guardó el papel en los bolsillos del pantalón y se dedicaron a observarse entre ellos sin decir palabra alguna. Hiccup sonrió aún más causando el desconcierto de Astrid, que ignoraba el hecho que provocaba esa sonrisa.

— Está nerviosa — confirmó el castaño.

— No estoy nerviosa — se defendió ella.

— Claro que lo está — afirmó por segunda vez — Tocarse el cabello es un indicio de nerviosismo.

Cuando se percató de que estaba tocándose las puntas constantemente, dejó de hacerlo como si así negara aún más lo nerviosa que se sentía. No obstante, provocó que Hiccup sonriese aún más si es que podía. Terminó recibiendo otro puñetazo de su parte y seguramente un moratón nuevo.

La joven cruzó sus brazos como si estuviera satisfecha de lo que había logrado y sonrió victoriosa. Nunca antes se había sentido así y le encantaba. Por ello, al ver cómo Hiccup le miraba, no pudo evitar alargar la sonrisa. Entonces, él carraspeó para llamar su atención.

— ¿Sabe de algún lugar donde podamos entrenar? Sin que nadie nos aviste.

Ella no tuvo que pensar mucho para mencionar una.

— Hay un bosque que nadie se atreve a adentrarse, podríamos ir allí. — murmuró — Claro, si usted está de acuerdo.

El príncipe asintió sin duda alguna, le encantaban los bosques precisamente por eso, porque no había gente que le molestase en su actividad. Porque era poco probable que se encontrase con otra persona en medio de un bosque, un sitio poco agradable como aquel.

Astrid se levantó de un salto, mientras que el castaño lo hizo sin prisa. Le gustaba ver lo entusiasmada que estaba y de paso mirarla desfilar hacía la puerta. Podría decirse que estar con ella le había provocado sentirse un bobo y se le aclaraba el corazón. No sabía lo que le pasaba pero se sentía enfermo.

Hiccup se puso la capucha por si tenían un encontronazo con alguien y al final cuando consiguieron salir, no había ningún alma paseando por las calles. Cosa que indicaba claramente que todos se habían refugiado en sus casas en el calor de las chimeneas.

La rubia le guió sujetándolo de la manga de la camisa, procurando ser prudente al tacto de la mano del príncipe que causaba que se le erizará los pelos de los brazos. No observaba siquiera el camino que trazaban, sino iba lanzando miradas a sus manos. Aquella situación le causaba diversión al castaño, pues le llevaba como si fuese un niño que estaba teniendo una rabieta.

Cuando pudo zafarse del agarre de la joven, habían llegado ya a la entrada del bosque y esté cuando lo vio entendía porque nadie se atrevía a adentrarse más de la cuenta. Unos ojos grandes les observaba desde las ramas de los árboles, lo que hizo que el castaño casi cayera del susto. Parecían búhos por el sonido que producían, pero tampoco podía verlos muy bien ya que se estaba oscureciendo.

Astrid fue la primera en meterse, por lo que no tuvo de otra que seguirla por detrás por muy pocas ganas que tuviese. Se sentía observado y aunque le decía que no era muy buena idea seguir avanzando, ella lo ignoraba y seguía su camino hasta que encontró un sitio amplio en el que pudieran practicar.

My LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora