CAPÍTULO 16

10 2 0
                                    

Massimo

La habitación estaba oscura, con solo un par de luces parpadeantes que revelaban las sombras de los muebles y las paredes. Yo era pequeño, encogido en un rincón, tratando de hacerme invisible. Cada sonido de los pasos de mi madre resonaba como un tambor en mi pecho, y la ansiedad me ahogaba

Ella entró con una furia que parecía arrastrar consigo la tormenta de mi infancia. Su rostro estaba torcido en una mueca de rabia

— ¡Tu non capisci mai niente! —gritaba, su voz cortante y llena de desprecio. El tono de su voz se sentía como cuchillas afiladas que cortaban en mi corazón, dejándome sin aliento

//¡Nunca entiendes nada!//

Traté de protegerme con los brazos, pero sus manos parecían llegar a todos los rincones, golpeándome sin piedad. Cada impacto se sentía como una cuchillada, cada golpe era una confirmación de mi propia insignificancia. En mi mente, solo había confusión y dolor

— Non fai mai nulla giusto! —seguía gritando. Su ira me envolvía, ahogando cualquier intento de buscar consuelo o seguridad. La tristeza y la desesperación se entrelazaban, y me preguntaba si alguna vez sentiría algo distinto a este constante tormento

//¡Nunca haces nada bien!//

Me miraba y me decía que no era nada sin ella. Sus palabras se hundían en mi piel, marcándome con una dolorosa realidad. El pequeño Massimo estaba atrapado en su propia desesperación, buscando una salida que parecía siempre estar más allá de su alcance

Mientras me defendía como podía, mi mente buscaba desesperadamente una forma de escapar, preguntándome si alguna vez habría un lugar donde pudiera estar libre de esta tormenta incesante

Fin del fashback

— ¡Maldita sea! —grito despertando exasperado, la ira burbujeando en mi voz

Me dirijo al gimnasio con pasos firmes, cada paso marcado por la furia que se retuerce dentro de mí. La sala está vacía, apenas iluminada por la luz tenue que se filtra a través de las ventanas. Me dirijo directamente hacia el saco de boxeo colgado en una esquina, el único testigo de mi furia contenida

Coloco los guantes en mis manos, sintiendo el peso familiar que alivia un poco la presión acumulada en mis puños. Me acerco al saco, lo miro con intensidad, y luego dejo que mis músculos se tensen mientras comienzo a golpearlo con fuerza. Cada puñetazo es un desahogo, cada golpe un intento de expulsar el dolor y la rabia que me atormentan

— Una vez nos encontremos en el infierno, ¡Te mataré con mis propias manos!
—mascullo mientras golpeo el saco

El cuero del saco se balancea con cada golpe, y el sonido sordo de los impactos resuena en la sala, mezclándose con mi respiración entrecortada. Cada golpe es una liberación, una forma de tratar de tomar control sobre el caos que me rodea, de aplastar el eco de las palabras crueles de esa perra y el peso de su desprecio

La furia y el dolor se entrelazan con la determinación, y la sala se llena con la energía de mi ira. Golpeo el saco con una intensidad casi frenética, buscando una forma de redimir al débil Massimo que una vez estuvo atrapado

Después de un tiempo, mis golpes se vuelven más suaves, mi respiración se estabiliza y el cansancio comienza a tomar su lugar. Me detengo, extenuado, con el sudor empapando mi espalda y mis guantes manchados. La sala está en silencio, y el saco de boxeo, aunque desgastado, parece ofrecerme una tregua

Me quito los guantes, y mientras me siento en el suelo, apoyo la espalda contra el saco, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento

>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

Amor Entre SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora