CAPÍTULO 6

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Massimo

— Maldita sea! —grito furioso— ¿quién mierda se cree esa mujercita inservible para desobedecer mis órdenes?

— yo te dije que esa mujer era una fiera
—dice el infeliz irritándome aún más— pero si desea comerme, ¿porqué huir? —se relame los labios

Las ganas de picarlo en pedacitos me avasallan, como se atreve a pensar en follar cuando estamos en esta situación por su culpa y la de esa maldita, solo a un puto masoquista se le ocurriría pensar en cogerse a la puta que lo jodió y lo sigue jodiendo

porque lo está haciendo, si ella no acepta, este hijo de puta va a irse de este mundo con un balazo en el entrecejo

— ¡cállate imbécil! —le grito reaccionando o lo que dijo— esa mujercita sólo es una tonta que necesita que la pongan en su lugar
—digo con toda la ira acumulada en mi interior— comunícate nuevamente con ella y me la pasas, veamos si conmigo se porta igual

— no creo que conteste, ya conoce el número —dice Enzo

— insiste hasta que lo haga —digo con simpleza— no vas a descansar hasta que conteste

— pero Mass....

— ¡no me colmes la maldita paciencia Rinaldi! —grito— haz lo que te ordené y deja de estar contradiciéndome, sabes dónde han terminado todos los que se atreven a hacerlo— le recuerdo

— cómo digas —dice marchándose

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Enzo entra a mi oficina, saca su teléfono y marca el número de la mocosa, la estúpida no contesta, así sigue por varios minutos, minutos en los que yo empiezo a perder la paciencia y a caminar de un lado al otro

Enzo sigue decidido a no dejar de marcar, está consciente de lo que le sucedería, finalmente, la desgraciada contesta. Inmediatamente, su voz se escucha del otro lado de la línea

— déjame en paz cabrón, ¿acaso no tienes nada más que hacer que estar chingándome la vida? que parte de no voy a ir a Italia no has entendido, dile al maldito de tu "señor" que no, que entienda cuando alguien le dic...

— precisamente ese es el problema —digo con unas terribles ganas de sacarla del maldito celular y matarla— que no entiendo cuando me dicen que no, así que cállate y ven a Italia a cumplir con lo que te ordené

— ¿quién mierda eres tú? —pregunta, y el no sentir ni una pizca de temor en su voz, me encojona aún más

— eso no te importa —siseé— haz lo que dije, obedece

La maldita mujer ríe, ríe como si lo que hubiese dicho fuera la mayor gracia que ha escuchado en toda su miserable vida. Juro que la mato

— ¿tú crees que esto es un juego verdad?
—le pregunto— ¿Acaso cres que estoy jugando estúpida? —escupo

— no si yo tampoco estoy jugando grandísimo imbécil —dice, y yo sólo puedo pensar en que esta mujer es suicida— tú a mí no me mandas hacer nada, así que te buscas a otra que haga lo que digas y a mí me dejas en paz o le hablo a la policía

¿Enserio se atrevió?

» ahora si me disculpas me voy —continúa hablando— porque a diferencia de tí si tengo cosas que hacer.... ah y otra cosa —retoma— la próxima vez que se te ocurra insultarme te voy a buscar hasta en tus sueños para matarte —cuelga

La rabia que estaba en mí no se comparaba con ninguna otra, deseaba con todas mis fuerzas matarla, darle una muerte lenta pero dolorosa, todo mi cuerpo se tensó y, en cada microsegundo que pasaba, más rabia se apoderaba de mí. Esa maldita mujer, ¿quién se cree para hablarme de esa manera? Lo que es peor aún, ¿cómo se atreve a amenazarme de muerte? Juro que la voy a matar, la voy a destruir

Amor Entre SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora