Capítulo 12

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7 de abril de 1940

Toda la creación estaba conectada entre sí: el cielo, la tierra y el infierno. Esto se manifestó en diversas señales y eventos.

Una cosa fue un eclipse solar.

En la Tierra, no era más que la luna oscureciendo brevemente al sol a lo largo de una determinada franja del mundo.

Pero este acontecimiento quedó grabado en el más allá.

En el Círculo del Orgullo, la luna roja se volvió completamente negra durante veinticuatro horas. Tan oscura que apagó incluso el resplandor sagrado del portal al Cielo.

Al igual que la Tierra, estos movimientos celestiales tendían a inspirar un comportamiento errático en algunas almas.

Ya sean pecadores o nacidos del infierno.

Aun así, Alastor sonrió mientras sus sombras acababan rápidamente con los demonios. "Diablillos. Me comí uno o dos pecadores similares a los de tu especie, pero nunca los auténticos. Me pregunto si hay alguna diferencia", reflexionó mientras hacía girar su bastón. "Mimzy, querida, ¿estás bien ahí arriba?"

—¡Muy bien, Al! ¡Aunque podría vomitar! ¡Me estás colgando boca abajo aquí! —gritó Mimzy desde donde un tentáculo la sostenía para protegerla.

"¡Ahh, mi error! Todavía estoy aprendiendo a controlar mejor las cosas", aseguró Alastor con una sonrisa mientras la sentaba boca arriba.

—Tú, corderito, solo querías darme un buen susto —dijo Mimzy riéndose, sacándose el polvo—. Gracias por dejarme quedarme contigo. Las cosas han estado muy locas últimamente.

—Oh, estoy muy consciente —dijo Alastor, con una leve pizca de disgusto en su sonrisa—. ¡Pero no te preocupes, viejo amigo! Mantén tu adorable cabeza agachada. Alguien podría intentar quitártela.

—No estás bromeando —dijo Mimzy sacudiendo la cabeza—. ¿Crees que queda algún lugar donde tomar una buena bebida o…?

Alastor golpeó su bastón contra el suelo y se formó un escudo a su alrededor cuando una bola de rayo mágico lo rozó.

Mimzy gritó, escondiéndose detrás de un contenedor de basura con miedo. Alastor permaneció impasible, sin impresionarse y casi sin interés en su nuevo adversario.

Era un demonio, un ciervo con astas cortas y pies ágiles, todo cubierto de pelaje leonado. En la espalda había un par de grandes alas negras escamosas que sobresalían de una túnica muy cara y demasiado llamativa. Se completaba con una capa.

"Escuché un susurro de que hay un ciervo entre los Señores Supremos", dijo el ciervo pomposamente, de pie confidencialmente con una mano en la cadera.

—Mimzy, creo que será mejor que te vayas —dijo Alastor con un zumbido encantador, agitando su bastón en su dirección y creando un portal.

Tío Adam Donde viven las historias. Descúbrelo ahora