III. Ataque en el museo - PARTE 1

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-¡Adelante! – exclamó Mai, provocando que la puerta de su habitación se abriese de par en par. Ya hacía un rato que había oscurecido, aunque bajo una montaña aquella percepción no era fácilmente apreciable, más allá de que todos los relojes del complejo sobrepasaban las diez y media de la noche.

Se encontraba ella sobre su cama, vestida con uno de los pijamas que había escogido, de color rojo con pequeños estampados de la cabeza de Iron Man, sin mucho que hacer. Al abrirse la puerta, vio que, aquel que había llamado con anterioridad, era Max, que aún vestía con aquella bata científica.

-Hola, Mai – dijo él, que entró en la habitación, cerrándose la puerta tras de sí.

-Hola, Max – contestó Mai, un tanto cortante - ¿Qué quieres?

-Nada. Yo solo... Quería pasar a saludar.

-Pasar a saludar... ¡Podrías haberme dicho que estabas metido en una cosa así!

-Sabía que sacarías el tema...

-¡Claro que lo haría! ¡¿Por qué no iba a hacerlo?! – reprochó la Vigilante, que bajó de su cama y se puso en pie – ¡Llevo casi un año sin verte! ¿Cómo crees que iba reaccionar al ver que estás aquí?

-Ya... Se que ha debido ser una gran sorpresa.

-¿Por qué no me lo contaste? ¿O a Mayu?

Algo apenado, Max desvió por unos segundos su mirada, sin saber que responder, pese a que conocía la respuesta.

-Pensaba que te fuiste a estudiar al extranjero... - prosiguió Mai.

-Y eso hice – aclaró el chico – Acabé los estudios, de hecho, en Alemania. Pero cuando iba a volver, el agente Jackson me... Bueno, digamos que me fichó. Creo que debes imaginar por qué no he podido deciros nada a Mayu o a ti. Este lugar... Todo esto es secreto. Nadie sabe existe. No puedo contárselo a cualquiera. Si todo esto se filtra por mi culpa se me caerá el pelo.

-Pero, aun así...

-Mai, créeme cuando te digo que me ha costado no contarte sobre esto – afirmó Max – Sabes de sobra que soy tan friki como tú. Esto es como...trabajar para la Liga de la Justicia o los Vengadores. Es... Es algo que jamás pensé que haría. Me conformaba con poder ayudarte a ti, pero esto... Esto es genial. Y me encantaría mantener esto el mayor tiempo posible. Perdona por no contártelo, Mai. No me odies por eso, ¿de acuerdo?

-¿Odiarte? – cuestionó la Vigilante, que sonrió – Jamás podría. Pero...

-¿Pero...?

-Idiota... - dijo Mai, que se sonrojó un poco.

-¿Qué he hecho ahora?

-¿Cómo puedes no verme durante meses y no darme un abrazo, idiota?

Max volvió a desviar su mirada hacia otro lado, esta vez debido a que se ruborizó. Era extraño, pues nunca le había pasado antes con ella. Hacía mucho que no la veía y eso le había puesto contento. Siempre lo estaba cuando hablaba por teléfono con ella. Desde hacía un tiempo, escuchar la voz de su amiga, le ponía feliz. De hecho, no solo eso. Recientemente había comenzado a pensar mucho en ella. Varias veces al día pensaba en ella. No por nada en específico. La tonta sonrisa de la Vigilante y sus idioteces venían a su cabeza, lo que le ponía feliz y, por algún motivo, le hacían sonrojarse a veces. Esa vez también fue una de esas veces, puesto que no pensó que ella querría que la abrazara.

-¿Quieres... que...?

-Sí, abrázame, idiota – contestó ella, ya con sus brazos abiertos – Qué menos, ¿no? Tengo muchas ganas después de tantos meses sin verte.

Vigilantes Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora