IV. La fiesta - PARTE 1

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-Buen trabajo, vosotros tres – dijo Max, que salió a recibir a los Vigilantes en el hangar cuando estos regresaron a las instalaciones – Habéis impedido que la bomba explotase y acabase con la vida de todas las personas del museo. Buen trabajo.

El chico notó entonces las serias caras de sus compañeros, que ni siquiera se molestaron en responderle debido al enfado de estos, lo que llamó su atención.

-¿Qué pasa? – preguntó.

-Hemos...tenido un encontronazo, Max – contó Lightning.

-¿Encontronazo?

-Sí, con...

-Con los secuaces de esa mujer – aclaró Issei.

-¿Secuaces?

-Sí. Nos los topamos al irnos del museo – indicó Mai – Issei se enfrentó a uno de ellos, pero apenas le hizo algo.

-Ellos son los que han apresado a todos los Vigilantes de la ciudad – rabió Fire Demon - Malditos cabrones...

-Lo sé – contestó Max – Estaban en los videos más recientes de la general. ¿Estáis todos bien?

-Sí – señaló Lightning – Estamos bien. Issei nos protegió y Mai nos sacó de allí. Ella nos ha traído hasta aquí con sus poderes.

-Pero no logré nada – murmuró Issei con enfado, que, poco después, caminó con prisa hacia el interior de las instalaciones, yendo por delante con un visible rostro lleno de ira y decepción.

-¡Issei! – exclamó su pareja - ¿A dónde vas?

-¡A entrenar! – rugió el chico - Si vuelvo a encontrarme con ese tipo...

-¡Espera! – gritó ella, que corrió hasta el para acompañarlo, dejando atrás a Mai y Max.

-Aquí tienes – le dijo ella a su amigo, que se retiró los pequeños intercomunicadores de sus oídos para entregárselos a él.

-No, guárdatelos para cuando hagan falta – respondió él – Invita la casa.

-Tú mandas - contestó ella, que los guardó en uno de los bolsillos de su traje - Por cierto, Max...

-¿Qué pasa?

-¿Sabes que tu padre parece estar obedeciendo a esa mujer? Nos lo topamos en el museo y nos amenazó con detenernos. Bueno, más bien, el vino a nosotros. Creo que simplemente fue a detener a los terroristas, pero acabó topándose con nosotros.

-Lo sé – dijo Max con tristeza - Pero no es como si pudiera hacer nada. Trabajar en la policía es su vida y me imagino que no quiere ponerla en juego desobedeciendo a la general. Él tiene un gran sentido de la justicia, al igual que todos los que estamos aquí. Estoy seguro que en el fondo odia estar en contra de los Vigilantes, y más ahora que los acepta, pero no hay otra opción ahora mismo para él. Y también querrá protegerme. Esa mujer...

-Lo habrá amenazado, sí – terminó la Vigilante – He pensado lo mismo.

-Por ahora, lo mejor será que se mantenga así. Él no sabe que estoy aquí.

-Mejor. Si lo supiera estaría de los nervios.

-Eso seguro.

-En fin, necesito un buen baño después de esto.

-Claro. Relájate, te lo has ganado.

Ambos sonrieron y, con alegría, chocaron sus puños como señal de amistad y compañerismo.

-Me alegro de tenerte por aquí, Max – dijo Mai con una sonrisa de oreja a oreja.

-Lo mismo digo, Mai. Lo mismo digo.

Vigilantes Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora