VI. Una última esperanza - PARTE 3

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El mayordomo colocó los platos sobre la mesa y la cena dio comienzo. Un poco de sopa de pescado fue servida aquella noche. A un lado de la mesa se encontraba el presidente Clinkwood, que vestía con traje azul marino y con un pequeño pin de la bandera estadounidense en la chaqueta. Al otro lado de la mesa se encontraba el presidente ruso, Vloudumir Poutin, quien aparentaba tener cerca de veinticinco años, pero que en realidad rondaba los cuarenta. Este vestía con un traje negro carbón, con camisa blanca y corbata roja. Su pelo era negro y sus ojos azules.

-Espero que la comida sea de su agrado – dijo el estadounidense a la vez que tomaba la cuchara.

-No está mal – le contestó el presidente ruso tras una breve cucharada a la sopa - Espero que mi querida Inna le haya servido bien, señor Clinkwood.

-Por supuesto que sí. Ha erradicado a esa escoria de Vigilantes de esta ciudad. Estoy seguro que los demás Vigilantes ilegales de este país pronto acabarán por entregarse.

Inna, que estaba de pie, a la izquierda de Poutin, le interrumpió.

-No del todo. Aún queda una en libertad.

-Tranquila, señorita Shcherbakova. Nuestro trato de intercambio finaliza en una semana. Estoy seguro que podrá encontrarla y acabar con ella en ese tiempo.

-Por supuesto – afirmó ella, aunque con un tono de voz molesto - No permitiré que se me escape.

Poutin bebió un poco de vino que el mayordomo había servido mientras Clinkwood y el hablaban.

-Bien, hablemos de negocios – dijo él a continuación - En el trato que hicimos se dejó bien claro que Estados Unidos apoyaría mi causa.

-Lo recuerdo perfectamente – afirmó el estadounidense, que dejó su cuchara sobre la mesa - Como presidente de los Estados Unidos de América, me comprometo a suministrarle el armamento necesario para su causa.

-¿Armamento? Señor Clinkwood, no es necesario armamento alguno. Creo que es más que consciente de lo que el monstruo que está a mi lado es capaz de hacer.

-¿Monstruo...? – pensó la general mientras observaba al presidente Poutin de forma amenazadora.

-¿De verdad creía que el armamento sería un pago justo? – rio el presidente ruso - No, no, no. Necesito algo más...acorde.

-¿Qué es lo que quiere?

Poutin sonrió.

-Fácil. Libertad absoluta. Mi objetivo es uno a gran escala. Centenares... Miles morirán por ello. No de mi lado, por supuesto, sino aquellos que se opongan. Todo sea por la nueva Unión Soviética.

-¿Cómo? ¿La Unión Soviética?

-Ese es el objetivo, señor Clinkwood. Devolver al mundo a la grandiosa fuerza política y militar que fue desperdiciada por los ineptos que me precedieron.

Clinkwood lo miró con inquetud.

-Estados Unidos y la Unión Soviética son dos caras de una misma moneda – prosiguió Poutin - Una tiene los valores de capitalismo y la otra los del comunismo. Sin embargo, una debe dominar sobre la otra. Estados Unidos es lo más capitalista que puede haber en el planeta. También lo tomaré como mío a lo largo del tiempo. Al adquirirlo como parte de la nueva Unión Soviética, el capitalismo desaparecerá e impondré el comunismo. De esta manera, si el principal bloque capitalista del mundo cae, el resto lo hará y serán presa fácil para la nueva Unión Soviética. De esta manera, controlaré la mayor parte del mundo. Todos los recursos del planeta pasarán a ser míos y el resto de países acabarán por unirse a nosotros, formando así un mundo perfecto controlado por mí.

Vigilantes Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora