Capítulo XIII

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Yo pensé automáticamente en su apellido. Que en la escuela pudiera usar el apellido Mayo de su madre claramente no representaba un problema o inconveniente, pero, por lo visto, que su apellido real apareciera en un registro oficial era distinto. Supuse que no lo quería, que no quería el apellido de su padre allí. Al otro día, o esa misma semana, todos los medios de comunicación se harían eco de su récord. Seguramente la vendrían a entrevistar de distintos programas de televisión y revistas... Era probable que no se sintiera capaz de soportar toda esa presión y llevar el apellido de su padre. Era extraño, pero era la única razón que se me ocurría.

Cuando entramos al salón me dejó sentado en la primera silla que encontró cerca, pidiéndome disculpas y continuó. La mayoría de los estudiantes se habían ido, exceptuando a Margarita, algunos docentes y casi todo sexto año de San Manuel. Los fiscalizadores esperaban sentados en una de las mesas, mientras anotaban registros, llenaban papeles y realizaban algunas llamadas. Tenían tal gesto de felicidad que daba ganas de sentarse junto a ellos para poder compartir ese momento que parecía perfecto. Al instante se acercaron a Camila algunos de sus profesores, para preguntarle cómo estaba y felicitarla, pero ella les negó con la cabeza. Les pidió perdón y siguió caminando. Solo tenía un deseo en ese momento: llegar a la mesa principal.

Cuando la vieron llegar, se levantaron emocionados para abrazarla, pero Camila los apartó con el brazo. Nadie entendía nada, aunque sus compañeros de San Manuel se mantenían expectantes y ya no mostraban los signos de admiración que habían proferido afuera, al terminar la carrera.

—Perdón, pero necesito que me saquen de ese registro. —Dijo Camila.

Los fiscalizadores no salían de su asombro.

—No se preocupe, señorita. Por más que la competencia haya tenido carácter conmemorativo su récord igualmente...

—¡Ya sé que mi récord es legal! —Dijo ella, interrumpiéndolos y levantando la voz. —Pero no lo quiero, no quiero que este en ningún registro.

—Está en todo su derecho de decidir, pero sería una lástima que...

—Exacto. Estoy en mi derecho de decidir y yo lo considero un fraude. Me anoté después de que se había cerrado la inscripción. Me anoté después de que había concluido el último corredor.

Los fiscalizadores se miraban atónitos. Era un tecnicismo que, sinceramente, no servía para convencer a nadie. Técnicamente, podía usarse como recurso, pero...

—Sí señorita, es verdad, pero dadas las circunstancias...

—Dadas las circunstancias, creo que lo correcto sería considerar esa carrera como nula. —Dijo, apareciendo repentinamente por la puerta que daba al pasillo central del colegio, el director.

Todos nos dimos vuelta, anonadados, mientras ingresaba. Llevaba el rostro grave y una posición erguida llena de tensión. Detrás de él iba Roa, quien seguramente había ido en busca de su ayuda por todo lo sucedido. Por lo visto, ya habían limado las asperezas.

—Entendemos señor, pero...

—Pero yo estoy de acuerdo. —Dijo Camila. —Y mi director también está de acuerdo.

Entonces, como si de una demostración increíble de valentía se tratara, uno de los fiscalizadores se paró, con los papeles en sus manos y carraspeo suavemente.

—Lo lamento pero no es suficiente. —Dijo. —Si bien el tecnicismo se puede considerar, las bases por las cuales lo presentan no tienen un argumento sólido. Nosotros fiscalizamos y estuvimos presentes cuando el récord se llevo adelante. Si la inscripción fue antes o después no es relevante, así que el récord se queda. Casi parece que estuvieran escondiendo algo que no quieren que sepamos. ¿A caso tienen un argumento con más fuerza?

Camila MayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora