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—Pareces una linda puta —Aaron limpiaba una copa del otro lado de la barra

Hace una semana que volví a trabajar en el Oasis; la verdad es que Myers tiene un muy buen gusto como empresario, este lugar es muy hermoso; además de ser privado, está bien estructurado y bien planeado, para su maldita conveniencia, pero planeado al final.

Hay dos pisos, zonas VIP, pista de baile, dos barras y hasta un escenario donde baila mi hermano. Las habitaciones donde yo trabajo están detrás de las escaleras, en total son 12 habitaciones, con camas bastante cómodas para coger.

—Cállate, no quiero hablar contigo —di otro trago de mi cerveza.

—¿Por qué te lo llevas contra mí? —saco un licor de la estantería mientras sonreía

—¿Has ido a visitar a Amelie? —le regañe

—¿Amelie? ¿Tenía que ir a verla?

—Claro idiota

—¿Tú has ido a verla? —se recargo en la barra

—Yo si soy un buen hermano

—Anda, que te crea eso tu abuela —se burló y comenzó a mezclar la bebida

—No tenemos abuela, estúpido

—No que nosotros sepamos —entre más hablaba más se burlaba

—Fue su cumpleaños, se ve más acabada —retome la conversación

—¿Y qué esperabas? Consume drogas desde hace años

—No actúes como si fueras la persona más santa del mundo —le señale

—Claro que lo soy —sonrió sin pena

—Aaron estamos en un bar gay... y tu preparas una Cosmopolitan —me bebí lo último de mi bebida

—Oh vamos, no es la bebida más fuerte que hay en el menú

—También tienes asegurado una cogida esta noche después de salir —señale con la cabeza al hombre de músculos sentado al otro lado de la barra

—Es solo un aperitivo de media noche —sonrió irónico

—Aaron, estuviste en prisión dos años —le recordé

—Bueno tu ganas, pero que quedé claro que no es una guerra de ver quien la caga más —se alejó y fue con el hombre que mencioné

—¿Por qué no estás trabajando Damián? —Me pregunto León

—Se va un hermano y llega el otro —suspire irónico

—¿Quieres que me vaya? Podría conseguir alguien que me patrocine una bebida o dos, ahora que lo veo hay buenos hombres hoy —sonrió y se recargo sobre la barra

—¿Qué quieres León?

—Una bebida, como podrás ver, mi turno de mover el culo allá arriba ya termino, ahora quiero beber —se sentó viendo el menú

—Se te corrió el maquillaje —le pase una servilleta

—¿Ah sí? Creo que es por el sudor ¿Quién es ese? —señalo al hombre con el que Aaron hablaba

—Un culo nuevo

—Siempre es uno diferente, ¿Por qué siempre es uno diferente? —pregunto enfurruñado

—¿Y yo que voy a saber? —tome otra botella de las que me dejo Aaron hace un rato

—Tu deberías saberlo

—Yo no los busco, ellos vienen a mi ¿Vas a pedir tu bebida o me seguirás molestando?

—La pediré, la pediré, tranquilo hermanito

Aaron volteo vernos y León le hacía señas de que viniera. Ellos comenzaron a conversar y yo seguí bebiendo.

—Damián —escuche mi nombre y voltee a ver quién era.

—Habitación seis —era uno de los hombres que vigilaban las habitaciones. Suspiré y me puse de pie.

Me dirigí a las habitaciones, deje mi tarjeta negra con el cadenero y este me dejo entrar. Ni siquiera quiero describir lo que paso ahí dentro, porque fue asqueroso, se vino en mi cara y a mí me dejo a medias, no hizo nada previo y olía demasiado a hierba.

Quince minutos después, salí de la habitación acomodándome el pene.

—¿Pagó completo? —pregunte juguetón como si no se me viera el pene entre las bragas

—Eso no te importa —el guardia contaba el dinero

—Oh claro que me importa amigo, es mi culo del que estamos hablando, ya quisiera ver que lo hagas tu —me asome sobre su mano para ver el dinero más de cerca.

Me vio de reojo con cara de pocos amigos

—¿Qué? —pregunte como idiota

—Pagó todo, ya vete —suspiró

—Muy bien Ernesto, me iré

—No me llamo Ernesto

—¿Y a mí que me importa tu maldito nombre? —me burlé y me fui

Mis hermanos aún seguían en la barra, bromeando y sonriendo.

—Hey volviste, le decía a León que deberíamos visitar a Ali ¿Qué te parece? —menciono feliz

—¿Los tres juntos?

—Claro, los tres juntos, seremos cuatro otra vez —León me revolvió el cabello

Yo sonreí como un niño pequeño

La sola idea de pensar en ser nosotros cuatro otra vez, me hace sentir feliz.

—Damián, habitación once —escuche la voz de Ernesto otra vez

—¿Es que esta gente no deja descansar? —mi sonrisa desapareció —Piensen bien en el plan volveré en un rato —me puse de pie otra vez, para volver a desaparecer en las habitaciones.

He visto a tantos hombres en estos seis años trabajando como trabajador sexual, tantos que he perdido la cuenta, he jodido mi vida hasta el punto en el que puedo dormir tan tranquilo después de coger cinco veces seguidas en una noche. No me siento orgulloso, y creo que ninguno de mis hermanos tampoco se siente feliz con su vida.

Me he vuelto un veterano en esto; cuando entra alguien nuevo soy yo quien le tiene que explicar todas las reglas y normas, para después de mi "gran" capacitación terminar diciendo "Lo lamento mucho".

Las tarjetas de trabajo; las habitaciones, el cadenero, las zonas VIP, todo está perfectamente calculado para que pensemos que esto es un trabajo igual que los demás; en realidad esto no es más que una trampa bien elaborada, he visto a tantos compañeros morir a manos de los que buscan servicios, tantos que he perdido la cuenta, vivir vacío por dentro es una de las cosas que no le deseo a nadie.

VendettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora