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—Conocí a un chico —Ángel me contaba sobre su nueva presa

—¿Ah sí? Que interesante —Yo estaba recostado sobre la mesa

—Es de la facultad de medicina, es bastante guapo —siguió contando.

—No me interesa

—Te recuerdo que Amhya está enojada contigo, y solo me tienes a mi como tu único amigo, así que tienes que escucharme —suspiré y asentí

—Bien, sígueme contando de tu nuevo amigo guapo

—Tiene un apellido muy bonito, lo escuche de uno de sus compañeros, además es castaño, me gustan los rubios, pero podría darle un oportunidad —bromeó mientras comía de su hamburguesa

—¿Cuál es su apellido? —pregunté para no dejarlo hablar solo

—Es italiano, igual que el tuyo

—Por si no te habías dado cuenta, estamos en Italia, lo que nos convierte a la mayoría en italianos —mencione de manera vaga

—Bien se apellida Ricci

—¿Ricci? —me levante de golpe

—Si, es lindo ¿Verdad?

—¿Sabes cuál es su nombre?

—No, aun no ¿Por qué? —preguntó

—Me suena conocido

—Te lo presentare después, te caerá bien, es simpático —siguió comiendo

Por la noche me encontré con mis hermanos como siempre, aunque no hablamos mucho, ya que era temporada alta en el bar.

Aaron tenía la barra llena, luciendo sus espectáculos con las bebidas tras la barra. León tenia a muchos más hombres rodeando el escenario, gozando de su baile y su hermosa figura. Por mi parte hombres pidiendo mis servicios sexuales y a mis compañeros también. Las tarjetas blancas, negras y rojas, circulando por todo el bar, los meseros por supuesto dando vueltas como locos, así suelen ser nuestras noches.

Quedar agotado sobre una cama de un bar es una de las sensaciones a las que estoy acostumbrado, las noches siempre son intensas, suelo toparme con hombres sumamente cariñosos, que incluso tratan de hacer que como trabajador sexual lo disfrutes, pero siempre hay otro lado en la moneda, hay hombres que son sumamente rudos, te ahorcan hasta el punto de desear oxigeno e incluso te golpean, por lo drogados y borrachos que están o simplemente así es su naturaleza.

Me paré de la cama como pude, revisé el reloj de la habitación mientras me vestía, ya casi era hora de cerrar, al salir de la habitación, uno de los guardias chequeaba una lista.

—Oye amigo, dime que ese fue el ultimo

—Ese fue el ultimó, puedes irte a descansar —vi a mis hermanos sentados en la barra, estaba muy cansado como para quedarme a charlar, por lo que solo tomé mi gabardina y me fui a casa.

La noche fue eterna, cuando por fin estaba logrando dormirme sonó mi alarma para ir a la universidad, era semana de exámenes, y le prometí a Aaron que haría lo que fuera por terminar una carrera.

Me di una ducha, me vestí bastante simple y me dirigí a la universidad. Al llegar ahí logre ver a Ángel charlando con alguien de bata blanca, asumí que sería su nuevo amigo, me quite el casco y apague la moto.

Ángel a lo lejos, me saludo entusiasmado como siempre y su amigo volteo.

Mierda

Giovanni Ricci

Es por eso que Ricci me sonaba conocido, pude notar que el sentía lo mismo que yo, confusión y miedo, entremezclados en una ola de sentimientos que no podemos controlar.

De todas las malditas personas que estudian medicina ¿Por qué tenía que ser él?, no, de todas las universidades ¿Por qué él tenía que estudiar en esta? Ni siquiera está cerca de donde vivíamos.

Volví a ponerme el casco, entre en pánico, no supe cómo reaccionar, Ángel lo siento mucho, pero no quiero, arranque la moto y hui de ahí tan rápido como pude. No podía respirar, las lágrimas estaban a punto de salir ¿Por qué él?

No supe a donde ir y acabé en el cementerio, el maldito cementerio, camine mientras todos los recuerdos de Giovanni me venían a la mente como un maldito balde de agua fría, una maldita golpiza en el hígado que te deja inconsciente, creí que por fin podría sentir algo por alguien más, creí que por fin podría volver a enamorarme, pero creo que no será así, nunca volverá a ser así.

Termine parado frente a su tumba, después de tantos años.

—Hola mamá, perdona, hace años que no vengo a visitarte —me senté, puse mi casco a un lado, divise a mi alrededor asegurándome que nadie más estuviera por aquí

—Mamá, lo lamento tanto —las lágrimas comenzaron a salir —¡Mamá todo es mi culpa! —sollozando me deje caer sobre mis brazos —¿Qué hago? ¡Yo tuve la culpa de todo!, ¡Era él, era Giovanni!

Hundirme en lágrimas era algo que hace mucho no hacía, y hoy lo he vuelto a hacer a los pies de mi madre fallecida.

VendettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora