Capítulo XV

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Jack Borisov     

Estaba confundido.

Me sentía adormilado y cansado a la hora de sentarme en la cama, sentía el sudor bajar por mi frente y pecho desnudo. Estaba tensado de pies a cabeza, sintiendo cada uno de mis músculos apretarse de forma inconsciente y descontrolada.

Me puse de pie con mucho esfuerzo, apoyándome en la mesa de noche que estaba a un lado de la cama. Sentí frío todo mi cuerpo al dar el primer paso, me dio un espasmo que me cubrió entero al segundo y, al tercero, un calambre.
Volvieron los malos sentimientos y síntomas. Dolía todo, pero no de forma física.

Con mucho esfuerzo y ganas caminé hacia el baño.

«Un baño y ya».

.°•••°.

Salí de la ducha sintiéndome mucho mejor, sentía mi cuerpo fresco y mi mente un poco más libre, aunque sabia que no duraría mucho.

Salí del cuarto de baño con una toalla en la cintura dispuesto a ponerme mi mejor traje. Abrí cajón por cajón hasta encontrar algo digno del día de hoy, busqué tanto, pero no encontré.
Sintiéndome un poco decepcionado, también busqué en el cajón de la mesa de noche, me quedé sorprendido al encontrar la máscara.

«Ja, sin traje, pero con la máscara».

Esa máscara que señalaba lo que era. Uno de los mellizos —ex trillizos— sombra.

Un nombre patético por si se lo preguntaban.

Pero no se podía negar que la máscara era hermosa, era más que la tipica máscara de anónimo. Esta tenía un hermoso borde dorado por debajo de los ojos, la una parte de la mitad derecha de la máscara estaba completamente negra y la división entre ambos lados era una linea dorada, no tenia las manchas rosas, en su lugar, pequeñas gotas rojas que simulaban sangre. Algo elegante, muy elegante, pero muy masacre, al mismo tiempo.

《La definición perfecta de los Borisov》.

Ignoré mis ganas de usar el mejor traje que pudiese encontrar y tomé el primero que encontré. Salí, ya bien arreglado, en busca de Mila.

Bajé unas cuantas escaleras hasta ver subir a alguien más. La princesita Sachs iba subiendo las escaleras con una cara de furia notable, estaba casi roja y llevaba los puños apretados, mirada baja y pasos firmes.

«Ja, y esta qué?»

Al analizarla un poco más recordé. Yo debería de estar enojado, no ella. A mi me dio una gritada por su amiguito ese, e incluso ni razones tenía. Ni siquiera le había pegado, el primero había sido un empujón suave, al segundo solo un pequeño golpe en el esternón para alejarlo más y sacarle un poco de aire, había calculado mi fuerza y aun así él se habia lastimado, eso ya es problema suyo, no mío.

La miré por más tiempo del que debería analizando la situación hasta desaparecer. Seguí con mi camino con el ceño fruncido y más a la defensiva.

«Isaac “Llorón” Reiter» era lo único que resonaba en mi cabeza.

Una sensación conocida hizo cambiar de nuevo mi estado, Mila salió de la habitación de enfermería con una sonrisa y ojos burlones, de su boca salia un pequeño palito. ¿De dónde había sacado una paleta? ¿Por qué venía tan feliz?

Aburrido, cansado y sin saber que hacer, esperé que ella tuviese un plan.

La segui hasta que subió y se sentó en medio de mi habitación, se quitó la paleta de la boca, fue cuando noté que tenía las manos vendadas.

—¿Qué cuentas? —preguntó despreocupada.

—¿Qué traes en las manos? —pregunté sin importarme su pregunta.

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