Lenguajes de amor: Oscar Isaac

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Era un viernes por la noche, y al abrir la puerta de la casa que todavía no terminaba de asimilar que ahora compartía con Oscar, el silencio me envolvió, solo interrumpido por el leve zumbido del refrigerador y el sonido distante de algo friéndose...

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Era un viernes por la noche, y al abrir la puerta de la casa que todavía no terminaba de asimilar que ahora compartía con Oscar, el silencio me envolvió, solo interrumpido por el leve zumbido del refrigerador y el sonido distante de algo friéndose en la cocina.

Solté un suspiro de alivio al dejar el maletín en el suelo, el peso del día deslizándose de mis hombros junto con él. El aroma a comida casera me envolvió, llenando el ambiente de una calidez familiar. Justo cuando estaba a punto de quitarme los zapatos, escuché unos pasos firmes y decididos acercarse.

-¡Bienvenida a casa! -Oscar apareció en la puerta de la cocina, su sonrisa lo primero que vi. Antes de que pudiera responder, me atrajo hacia él en un abrazo que me hizo sentir como si el mundo se desvaneciera por un momento. Me besó lenta y profundamente, como si el tiempo no existiera más allá de nuestros labios unidos.

-Te extrañé tanto hoy -murmuró, su boca aun rozando la mía.

-Yo también te extrañé -respondí, sintiendo cómo todo el cansancio del día comenzaba a disiparse en sus brazos.

Me separé solo lo suficiente para poder mirarlo a los ojos, esos ojos que siempre me transmitían calma y seguridad. Sin decir nada, él tomó mi abrigo y el maletín, apartándolos con una facilidad que solo podía venir de la familiaridad.

-¿Estás cansada? -preguntó con una ternura que me hizo sonreír.

-Un poco -admití riendo suavemente, sintiendo un ligero pinchazo en la espalda baja.

-Entonces te va a encantar lo que te tengo preparado -dijo con un guiño, tomándome de la mano y llevándome hacia la cocina.

Al entrar, me encontré con una escena que parecía sacada de una película romántica. La mesa estaba elegantemente puesta con velas que lanzaban una luz suave y cálida, y en la estufa, Oscar tenía ya listo para servir uno de mis platos favoritos de toda la vida y el que justamente, cenamos en nuestra primera cita: pasta a la boloñesa.

Alce las cejas sorprendida. ¿Cómo es que había hecho que este hombre se enamorara de mí? Ese momento me hizo pensar en lo detallista que siempre fue cuando éramos novios. Y ahora que estábamos casados, era como si esos detalles de hubiesen duplicado. ¿Qué clase de bendición era este hombre y por qué la bendición había llegado a mi vida? Es que todavía no alcanzaba a entender, parecía todo tan irreal.

Oscar me miró con una sonrisa, sosteniendo mi mano con firmeza mientras me llevaba hacia la mesa.

-Sabía que habías tenido un día largo y quería que te relajaras en casa, donde todo es solo para ti. ¿Qué te parece? -Preguntó, sirviendo la pasta en dos platos, uno para él y otro para mí.

-Me encanta -respondí, sintiendo que mi corazón se llenaba de amor por él-. Es perfecto, Oscar. No sabes cuánto necesitaba esto.

Nos sentamos a cenar, y mientras comíamos, Oscar me preguntó cómo había sido mi día. Le conté sobre las interminables reuniones, las decisiones difíciles y el dolor de espalda que me acompañaba desde la tarde por haber estado todo el día sentada en muy malas posiciones. Mientras hablaba, él me escuchaba atentamente, su mirada fija en mí, como si cada palabra que dijera fuera lo más importante del mundo.

Oscar Isaac's Paradise [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora