XVII

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Giselle

La ceremonia transcurrió en calma. No entendía ni dos palabras de lo que decían pero ahí me mantuve, seria atendiendo a todo, a veces sonreía, pero sin duda sentir tantos ojos sobre mí me hacía sentir incómoda.

No era solo ser el centro de las nupcias fingidas que se estaban llevando a acabo sino más bien, estar tan expuesta. Era como si le estuviese diciendo al asesino yo misma: empezó la cuenta regresiva en la que te doy la oportunidad de matarme nuevamente.

Mi cabeza era un torbellino. Ya no sabía en quién confiar en lo absoluto. Buscaba culpables e incluso razones por las que pudiesen ser el ignoto. Y sin embargo, nada estaba claro ante mí.

Llevo los ojos a Matthias que se muestra rígido ante el que dirige la ceremonia. Nos hacen sentar y ponen ante nosotros lo que parece ser una libreta.

—Es la ceremonia de Nikah —la voz del árabe que será mi esposo a partir de hoy sale como un murmuro.

—¿Cómo?

—Es un contrato donde firmamos ante todos para ser un matrimonio —explica en voz baja.

Asiento cuando me tienden el bolígrafo. Veo a dos musulmanes que deben ser los testigos y también aprecio la inmensa cantidad de dinero expuesta en el papel.

¿Qué rayos?

—¿Existe la dote aquí?

Matthias ladea una sonrisa.

—Debo pagarte por casarte conmigo.

Paso saliva volviendo la vista al papel. Tras mi espalda se posiciona un hombre árabe también y le miro de reojo.

—¿Y él?

—Es el wali, tu tutor legar ya que tu padre no es musulmán y solo puede serlo un musulmán.

Hago un mohín viendo al hombre por encima de mi hombro. Ni siquiera lo conozco.

Luego termino poniendo mi firma sobre el papel. Matthias lo hace después.

El erudito islámico sigue hablando y de pronto Matthias se queda en silencio. Lo veo mirarme a los ojos directamente y para mi sorpresa comenzar a hablar en voz alta ante todos.

No entiendo un demonio nada de lo que dice pero deben ser los votos matrimoniales, por tanto me fuerzo a sonreír. Minutos después, termina y se me queda viendo a la espera.

Muevo mis manos nervios y me raspo la garganta.

—Prometo ante todos Matthias Hakam, respetarte, amarte y honrarte. Ser tu compañera y esposa en las buenas y malas que nos esperan, amarte y serte fiel hasta el final de mis días.

El erudito dice algo y dos mujeres musulmanas traen una cesta con los anillos de cada uno. Tomo el que me tienden mirándolo, pues había olvidado por completo buscar uno para él y al parecer se ocupó el mismo de ello.

Busco los ojos de Matthias nerviosa y él pide mi mano. Se la tiendo y pone en mi dedo el anillo de casada. Lo hago yo después con la suya y el matrimonio se sella con un beso.

A Dos Meses de tu MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora