IX

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Giselle

No sé cómo logré articular esa pregunta. Solo me deje llevar por mis más primitivos instintos y ahora me estoy muriendo de la vergüenza.

Noto sus ojos penetrantes en mi rostro, debatiéndose, cavilando, pensando en lo que dije.

—Sí —expresa en sus tan típicos monosílabos.

—Espérame aquí, voy a cambiarme —balbuceo en ápice de voz.

Lo veo asentir y salgo escaleras arriba hasta mi habitación, luego de tomar la bolsa con la otra prenda diseñada.

La pongo sobre mi cuerpo con cuidado, aunque casi siento mis manos temblar. No sé cómo puñetas me he llenado de valor para hacer algo así, solo sé que estoy decidida a no luchar contra la corriente.

Rehuyo de mi mente los rostros que aparecen al instante, hoy no quiero pensar en ellos. Hoy solo deseo pensar en mí, en complacerme.

Tras ponerme las medias pantis que hacen juego con la pequeña braguita tipo hilo, me miro en el espejo. Sonrío con satisfacción al ver mi reflejo y con decisión bajo los peldaños, notando mi corazón cada vez cabalgar más y más furioso.

De lejos veo su silueta, está de espaldas a mí bebiendo una copa de vino. Luce tranquilo. Hasta que siente mi presencia y se voltea escaneando mi cuerpo detalladamente.

Con él me siento hermosa.

Con él me siento deseada.

Con él me siento viva.

Paso saliva al verlo relamerse los labios mientras sus ojos están fijos en mi entrepierna.

Nuevamente mi cuerpo cobra vida por sí solo, y mis manos van al borde de las bragas. Despacio las bajo sintiendo cómo el calor dentro de mi cuerpo se hace más y más insoportable.

Matthias no aparta su mirada de lo que estoy haciendo y para cuando la pequeña prenda toca el suelo, lo único que percibo en sus ojos es una apremiante y fogosa oscuridad.

Sigo con la prenda que sostiene mis pechos, la desabrocho a mi espalda quedándome solo en ligueros y medias.

El peso de sus ojos en mi cuerpo es pura lava hirviente, literalmente me come con sus ellos, hasta que de un momento a otro lo tengo estampado contra mí.

Sus manos me tocan por todas partes la piel haciéndola erizar en segundos. Su boca va directa a la mía en un caliente y hambriento beso.

Mantengo su experto ritmo tan cual mis ganas me guían, envuelvo mis manos en su cabello apretándolo más contra mi boca.

Sus manos juegan o más bien torturan mis delicados pezones, los aprietan imitando pinzas haciéndome casi soltar un gritito cargado de ansias, el cual muere ahogado en su boca.

Muerde, lame y degusta con anhelo mis labios hasta bajar directamente a mis turgentes tetas.

Con una mano magrea una y con su lengua me lleva a rozar el abismo, las lamidas son insistentes haciéndome soltar puros gemidos.

—Me las follaria ahora...

—Hazlo —casi suplico con los ojos llorosos.

Es demasiada la sensación que tengo acumulada, es demasiado entre ambos. Desliza su tibia lengua en el valle entre mis tetas y baja su mano al centro de todo mi placer.

—Quiero embestir este coño —gruñe con total obscenidad cosa que hace aumentar dos grados el calor que me envuelve.

Sus dedos arrasan mi punto y con desespero casi camino hasta guiarlo hacia uno de los sofás en la sala. Matthias se deja hacer mientras solo me mira embelesado.

A Dos Meses de tu MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora