Capitulo XX: La vela

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El dolor en mi vientre se había ido casi en su mayoría, sentía como si acabara de despertar de un trance.

-¿Alfonso?"

"¿Dónde estás?"

Intenté ponerme de pie para buscarlo. Su lado de la cama estaba ordenado, no había venido al cuarto desde que se despertó hoy por la mañana.

La habitación estaba sumergida en una oscuridad solitaria, únicamente iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las cortinas abiertas.

-¿Alfonso? -volví a llamarlo con la esperanza de que estuviera en algún lugar de la habitación.

No hubo respuesta alguna.

Sentía la garganta algo seca, pero no me importó, lo seguí llamando.

-¿Alfonso? ¿Estás ahí? -pregunté mientras me ponía de pie con cuidado y caminaba hacia la puerta cerrada.

El palacio estaba en una calma desconocida para ese lugar, no se escuchaban a los habituales sirvientes recorrer los pasillos ni sus pláticas, solo éramos el sonido de la lluvia y yo.

*Rumble*

*Flash*

El silencio en la habitación fue interrumpido por un escandaloso rayo, y se iluminó con la luz del reciente trueno.

Sentía los pies helados mientras caminaba descalza rumbo a la puerta, y justo cuando la estaba abriendo, apareció una sombra del otro lado.

-¿Ari? -inquirió Alfonso sorprendido-. ¿Qué haces fuera de la cama a esta hora y sin ningún abrigo? ¿No tienes frío?

Antes de que le pudiera responder, me cubrió con la capa que traía puesta.

-Ven, regresa a la cama -dijo mientras me encaminaba a ella.

-Alfonso, ¿dónde estabas? ¿Por qué no estabas a estas horas? -pregunté algo molesta-. Desperté y no te vi a mi lado.

-No te preocupes, estaba hablando con Bianca y Rafael -me tranquilizó Alfonso.

Para este punto ya estábamos sentados en el borde de la cama.-No creí que la reunión se fuera a extender tanto, perdón si te preocupé -se disculpó mientras me acariciaba la mejilla.

Ya me sentía más tranquila, con Alfonso a mi lado me generaba una seguridad indescriptible.

-¿Y? ¿Cómo te sientes, Ari? -me preguntó Alfonso.

-Ya mejor, siento una ligera punzada en el vientre todavía, pero no se compara en nada a cuando me desmayé en el banquete.

Los ojos de Alfonso se pusieron cristalinos en cuanto mencioné lo del banquete y la punzada.

-Tenía miedo de perderte, Ari -admitió con la voz entrecortada-. Cuando te vi tirada en el suelo inconsciente, sentí como si el mundo se me viniera abajo.

Por primera vez, desde que nos volvimos a encontrar después de cinco años, es la primera vez que lo veo llorar.

-Alfonso...

-Sentía que te iba a perder... Ari, por favor, nunca me dejes. -me pidió Alfonso mientras me tomaba de las manos.

Sus manos se sentían ásperas, llenas de callos provocados por esos años en Yesak, pero a la vez se sentían cálidas y reconfortantes.

Lo que en otra vida no pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora