Después de que Ariadne y Alfonso se casaran, Ariadne quedó embarazada poco tiempo después, pero al no tener asegurado el trono, su nueva familia corre peligro si Césare volvía a revelarse como en su primera vida. Por lo tanto, Ariadne y Alfonso debe...
Cesare observaba la escena del baile con una sonrisa calculadora desde su asiento, sus ojos fijos en Ariadne, que seguía girando grácilmente a unos metros de distancia. La música resonaba en el gran salón, creando una atmósfera encantadora que contrastaba con la oscuridad de sus intenciones.
Poco después, la pareja regresó a la mesa, ya que el banquete estaba a punto de ser servido. Los invitados, elegantemente vestidos, esperaban con expectativa el festín que se avecinaba.
En ese instante, cegado por la ambición, Cesare comprendió lo que debía hacer. Hizo una seña a una criada, indicándole que era el momento de verter la sustancia en la copa destinada a Ariadne junto con las demás bebidas. La criada, tomó una copa de vino tinto y disolvió la hierba en el líquido con una rapidez discreta. Luego, con una expresión inmutable, se dirigió a la mesa donde se encontraba la familia real y sus invitados, depositó las copas frente a cada integrante y se retiró silenciosamente.
-Me gustaría ofrecer este brindis por el matrimonio del príncipe y la condesa de Mare -comentó Cesare, levantando su copa de vino con teatralidad-. ¡Salud!
Los demás presentes en la mesa, desconcertados por el repentino brindis de Cesare, tomaron sus copas de vino. Ariadne, sin sospechar nada, llevó su copa a los labios para beberla. Sus dedos temblaban ligeramente, pero su rostro mostraba una sonrisa serena.
De repente, un pensamiento la invadió: "¿Y si este vino pudiera ser perjudicial para mi bebé? No puedo arriesgarme, especialmente ahora que sé lo importante que es mantener el secreto". Sintió una punzada de temor, una intuición que la detuvo en seco.
Cesare notó su vacilación y aprovechó el momento para sembrar dudas. -¿Qué sucede, Ariadne? ¿Acaso no estás contenta con la idea de brindar por tu matrimonio? -preguntó, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos y una voz impregnada de falsa preocupación.
Ariadne, sintiendo la presión de las miradas a su alrededor, trató de disimular su preocupación. -No es eso, duque. Simplemente preferiría beber un poco de agua, no soy fan de tomar alcohol -respondió, dejando la copa de vino a un lado con una naturalidad fingida.
Inconscientemente, Ariadne se había librado temporalmente de las malas intenciones de Cesare, pero él no estaba dispuesto a abandonar el tablero de juego solo porque su primera jugada había fracasado.
Cesare, ocultando su frustración tras una máscara de cortesía, asintió. -Como desees, Ariadne. Que así sea.
La tensión en el ambiente se disipó ligeramente, pero una inquietud latente permanecía. Cesare sabía que debía pensar en otra alternativa para su plan. Mientras la velada continuaba, sus pensamientos divagaban en las posibilidades de su futuro junto a ella, un futuro que le habían arrebatado y que estaba decidido a recuperar. Sus ojos, aunque aparentemente tranquilos, ardían con una intensidad peligrosa, y su mente tramaba la siguiente jugada en este complejo juego de poder y deseo.
La criada inmediatamente retiro la copa de vino tinto de la mesa y se dirigió nuevamente a la cocina, dónde vivió a preparar la bebida con la hierva, pero esta vez con agua natural y se la entrego a la princesa.
-Gracias.- respondió Ariadne mientras tomaba la copa de agua y vertia el líquido en su boca.
Cesare observaba emocionado como su plan salía tal como lo esperado, ya solo faltaba que la hierva empezará a hacer su efecto.
Ariadne en cuanto termino de beber su copa, sintió un escalofrío sintió un escalofrío y una sensación extraña proveniente del vientre.
-¡Aj!- soltó un quejido Ariadne mientras se tapaba la boca y tomaba su vientre.
*Clash*
-¡¡ARIADNE!! -grito Alfonso poniéndose de pie.
Ariadne quien se dió cuenta tarde de la situación señaló la bebida mientras se desplomaba en el suelo.
-A-Alfonso...la bebida...
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