Adiós

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Después de lo que Ferran me acababa de decir, ninguno de los dos teníamos hambre. Apenas tocamos la comida de los platos. Mientras mordisqueábamos unas pocas patatas fritas y sorbíamos despacio las naranjadas, tuvo lugar la conversación más triste e incomprensible de mi vida.

-¿Qué ha pasado? ¿Ya no me...? -no sabía cómo decirlo. El amor también necesita su práctica-. ¿Sales con otra persona?

Ferran se echó a reír. Su risa me encanta. Está muy guapo cuando se ríe.

-Tú estás tonto -fue su respuesta.

Me quedé desconcertado. Añadió:

-Son mis padres.

A nuestro alrededor había un montón de gente de todo tipo. Gente feliz, que compartía su tiempo. Gente apresurada que comía algo antes de continuar con su actividad frenética. Grupos de amigas de la tercera edad, que merendaban con calma. A mí todo me resultaba rarísimo. Le había perdido el tranquillo a la vida.

Ferran me agarraba una mano mientras con la otra comía sus patatas. Eso me hacía sentir un poco más tranquilo.

-Mis padres no quieren que vuelva a verte -aclaró.

Sentí alivio. La buena noticia era que el me seguía queriendo. La mala, que sus padres no.

Ferran habló de nuevo:

-Mi madre me ha dejado venir para que pudiera despedirme. Aunque me ha costado bastante convencerla.

Sándwiches con patatas de despedida. Qué original.

-Me ha dado una hora y media.

-¿Y luego qué pasará? ¿Te transformarás en un ratón? -bromeé.

Ferran sonrió a medias, con tristeza.

-Tenemos que pensar algo, Pedri. Rápido.

-¿Pensar algo? ¿Para qué?

-Lo que sea. Te mandaré cartas de las de antes a tu piso. Quiero decir, cartas escritas a mano, con sello y todo eso. Ahora me van a controlar el ordenador mucho más que antes. No sabes lo histéricos que se ponen cuando hablamos de esto. Hablan de ti y no entienden nada. Están convencidos de que vas a volver a ver a tus amigos y a tu familia, y que no habrá servido de n...

-Oye, escúchame. Tus padres tienen razón.

-¿¡Qué!?

-Tus padres tienen razón en preocuparse. Soy yo quien debe convencerlos. Tú ya has hecho suficiente.

Meneaba la cabeza, como si pensara que yo también estaba equivocado.

-¡No te conocen de nada! -iba a romper a llorar otra vez.

-Precisamente -dije-. Estas cosas llevan su tiempo. Les demostraré que pueden confiar en mí. Conseguiré un trabajo, seguiré estudiando, ahorraré para comprarme un coche. ¿Sabrás tener un poco de paciencia conmigo?

Ferran abrió unos ojos enormes.

-Pues claro, Pedri.

Nos besamos. Despacio, con los ojos cerrados y las manos entrelazadas. Las lágrimas se habían desvanecido.

En el fondo, comprendía muy bien a sus padres. Estaba pensando: «Si yo tuviera un hijo como Ferran tampoco la dejaría ir con un tipo como yo». Y más adentro, la negra voz de mi conciencia murmuraba: «Se cansará de esperarte y encontrará a alguien mejor que tú, más interesante, más listo, más guapo. Los chicos como el no van con gente de tu barrio, idiota».

En ese momento sonó el móvil de Ferran. Era su madre.

-Tengo que contestar -dijo.

Contestó con la voz rota.

-Por favor, un cuarto de hora.

Por su cara entendí cuál era la respuesta.

-Vale -respondió, antes de colgar.

Dejó el móvil sobre la mesa y me dirigió una mirada de desesperación.

-Tengo que irme -dijo.

Nunca tres palabras habían sido más terribles.

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Que triste (⁠╥⁠﹏⁠╥⁠) Perdónenme por no actualizar ayer, solo que se me había olvidado. Pero mañana actualizaré otro cap

VERDAD (Fedri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora