Amaryllis

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La cercanía de la puerta me brindaba una visión nítida de los empujones y trompicones con los que el alterado personal entraba y salía de la habitación, buscando reanimar  frenéticamente a su valioso sujeto de pruebas con cualquier tipo de instrum...

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La cercanía de la puerta me brindaba una visión nítida de los empujones y trompicones con los que el alterado personal entraba y salía de la habitación, buscando reanimar frenéticamente a su valioso sujeto de pruebas con cualquier tipo de instrumental que pudiera ayudarlos. Su pecho siendo presionado por las palmas del especialista casi al mismo tiempo que sus labios eran violados por los de él me perturbo. Tal vez el doctor milagrosamente podía pasarle un aliento de vida que durará lo suficiente para que Riko se sentara, me señalara con el dedo y gritara furiosa: "Fue ella" "Ella me mato" "Me asfixio con la almohada"; cerrara los ojos, se recostase y descansara eternamente.

Tenía tan mala suerte que Thanatos mismo le rogaría en persona a Eros que reviviera a la occisa solo unos cuantos minutos para poder flagelarme.

— Alicia 

¿Ahora tenía las manos manchadas? ¿Era una criminal? ¿Una asesina? Dante decía que cualquiera que mate sería culpable de juicio, caería al séptimo circulo del infierno para ser castigado en el río de sangre hirviendo mientras miles de centauros lo azotaban para la eternidad. Aún si intentara explicarle a Dios que lo que hice fue por su bien, para evitarle el sufrimiento y una futura vida de dolores o pesares.  No lo entendería. ¿Podía argumentar de manera irrefutable que el principio que utilice es superior a la parte inquisidora? Incluso si de milagro me escapaba de sus garras, en el plano terrenal seguramente llamarían a la policía militar para sacarme violentamente a rastras del hospital, aislarme en un calabozo tras un fuerte interrogatorio, juzgada, escarmentada y finalmente, ahorcada en una ejecución pública con los ojos inquisitivos de todos viéndome con odio y repudio. 

— Alicia Ral

Mi máxima culpa. La cruz que ahora cargaba era un peso que nunca podría quitarme de encima, de alguna forma sentía que todos sabían lo que había hecho con anterioridad en esa habitación, ¿Y si alguien me vio? ¿Y si las paredes tenían la habilidad de chismear los que vieron u oyeron? Me sujete mi cabeza con fuerza, todos creían que había sido una muerte natural que tarde o temprano pasaría y que mi persona era solo un daño colateral en esta mala jugada, pero solo yo sabía la verdad y esa sería mi infinita condena. Cualquier intento de contarle a Pixis o a Izan sería sancionado, pese a mi cariño y confianza nada me aseguraba que no me acusaran con los altos mandos. Además, los pondría en peligro al volverlos cómplices. 

Sería mejor que me quedara callada.  Solo yo era responsable de mi secreto. 

Aún si la culpa palpitara a la par de mi corazón en el eterno recordatorio de mis pecados hasta el día de mi muerte. 

— Señorita Alicia.

Contemple el pastel regado en el suelo con gran escrutinio. ¿Como algo tan pequeño e insignificante podía tener tanto significado? Aquel desperdicio reiteraba cada promesa que prometí y no cumplí, el sueño que abandoné pero que volvía a mí, e incluso, el calvario que me había orillado a cometer mi crimen. 

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⏰ Última actualización: Oct 02 ⏰

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