19

76 17 4
                                    


Mientras las luces de la ciudad se extendían como un mar de estrellas bajo ellos, un helicóptero surcaba el cielo nocturno a gran velocidad. Dentro de la aeronave, los denominados "abuelo" y "tíos" por la misma Samantha, miraban el terreno nocturno, habían recibido una llamada por las autoridades españolas  donde les dijeron sobre la situación de Samantha.

— Ahí está el edificio —dijo el piloto, señalando un complejo de edificios en la distancia, donde se veían vehículos policiales rodeando la zona.

Ghost apretó los puños, sentía la ira recorrer sus venas. Desde la llamada no había pensado en otra cosa que no fuera sacarla de allí, sin importar el costo.

— Tienen que dejarnos intervenir —gruñó Ghost, su voz baja y cargada de ira contenida—. No podemos esperar a que la policía española se decida.

Price, le dirigió una mirada firme.

— Lo sé, Ghost, pero estamos en suelo extranjero. No podemos actuar sin su autorización.

Simon estaba a punto de replicar cuando el helicóptero comenzó a descender, acercándose al perímetro policial. Desde su posición, podían ver a los oficiales españoles desplegados alrededor del complejo, todos en alerta máxima. Los reflectores de los vehículos policiales iluminaban las paredes del edificio, y se podía escuchar la radio llena de órdenes urgentes.

Cuando el helicóptero aterrizó, el teniente fue el primero en bajar, seguido por el resto. Inmediatamente, un grupo de oficiales de la policía española se acercó a ellos, con un comandante al frente.

— No pueden estar aquí —dijo el comandante en un inglés con acento fuerte, levantando una mano para detenerlos—. Este es un asunto de la policía española. No necesitamos la intervención de militares extranjeros.

— Con el debido respeto, comandante —intervino Price, su tono diplomático pero firme— La persona que está allá adentro y la que los llamo, es de nuestro país —.

El comandante negó con la cabeza, claramente incómodo con la presencia de los ingleses.

— Entiendo su preocupación, pero no podemos permitir que tomen el control. Este es nuestro territorio, y ya tenemos todo bajo control.

Ghost avanzó un paso, su imponente figura y la calavera en su máscara haciendo que algunos de los oficiales dieran un paso atrás.

— Mi hija está ahí adentro —dijo, su voz baja y amenazante—. Y si ustedes no van a hacer nada, yo sí.

Antes de que la situación pudiera escalar más, un fuerte estruendo sacudió el aire, seguido por una explosión que iluminó el cielo nocturno. Todos los presentes voltearon hacia el complejo, donde una de las paredes exteriores había estallado en una lluvia de escombros y fuego.

— ¡Maldita sea! —exclamó Soap, levantando su arma instintivamente—. Eso no fue una casualidad.

El comandante español se giró hacia sus hombres, comenzando a gritar órdenes mientras intentaba controlar la situación, pero el caos ya se estaba desatando. Otra explosión resonó, más cerca del edificio principal, y las luces en el complejo comenzaron a parpadear antes de apagarse por completo.

— Ya no hay tiempo para discusiones —dijo Price, mirando al comandante con una determinación fría—. Vamos a entrar. Si quieren detenernos, será bajo su propia responsabilidad.

El comandante, visiblemente superado por los acontecimientos, vaciló por un momento antes de asentir con una expresión tensa.

— No tienen nuestra autorización, pero no les detendremos —.

Una pequeña no tan pequeña Donde viven las historias. Descúbrelo ahora