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Samantha finamente salió del hospital, después de múltiples pruebas y otras cosas, los doctores la dejaron ir con una serie de recomendaciones para que se recuperará rapido.

— Iré a mi habitación —hablo la rubia mientras caminaba su habitación, quería acostarse y morir—.

— Yo te llevo —.

— ¿Eh? —antes de que la menor pudiera decir algo su padre la sostuvo en sus brazos de forma nupcial— Papá no es necesario —.

— Claro que sí —.

— Aún te sientes culpable —cuestiono la menor viendo el rosto cubierto de su padre—.

— Si —.

Hablo con sinceridad mientras entraba a la habitación de la menor, con cuidado la dejo en la cama y fue a cerrar la puerta, no iba a mentir, desde que Samantha llegó a su vida a estado expuesta a miles de peligros con solo estar con el.

— Samantha, de solo estar conmigo simplemente corres peligro —se sentó en la cama mientras se quitaba su máscara dejando ver su rostro— Desde que descubrí que eres mi hija te he expuesto un sin fin de peligros y en tres casi pierdes la vida —.

— Dos —.

— Tres contando está —la rubia le dio la razon— A lo que voy, es que tengo miedo de que mis estupideces algún día te maten —.

— Papá —puso su mano sobre la del mayor— Se que he estado en múltiples momentos a punto de morir, pero la mayor parte de ellos fueron por mi culpa y por la culpa de ella y ambos lo sabemos —.

— La verdad, en ocasiones me arrepiento de haber ido a ese var esa noche —suspira cansado— Pero me retracto al ver a tan fabulosa hija que ese monstruo pudo traer al mundo —.

— No hables mal de alguien que ya no está —.

Me vale madres Samantha — eso solo hizo que la menor riera y a la ves se quejara del dolor—.

— Juntarte con el tío Alejandro te hace mal —.

— El es que llama, además, a dicho que Alejandra te extraña —.

La sonrisa de Sami se hizo un poco más grande, Alejandra es la hija adoptiva del mexicano.

— Después la llamo —lo dos se quedaron en un silencio por un rato asta que la menor se digno hablar— Te amo papá —.

— Yo te amo más mi niña —el teniente abrazo el cuerpo de su hija con cuidado de no lastimarla— Siempre te amare y protegeré de todo—.

Ambos se quedaron abrazos por un buen rato hasta que el mayor tuvo que volver a sus responsabilidades dejando descansar a su hija y la rubia a provecho para dormir un rato.

(...)

El sonido de pequeñas cosas golpear en su habitación hizo que despertara poco a poco, al abrir los ojos noto una figura humana frente a ella, rápido tomo el arma que siempre se encontraba bajo ella y apunto a la persona frente a ella.

— No dispares —la persona subió las manos, nunca espero que la menor le apuntará con un arma, aún que fue tonto pensar eso sabiendo que es hija de el teniente más temido de la base—.

— ¿Sargento Lewis? —la menor bajo el arma viendo a su amor platónico frente a ella, ¿Que hacía ahí?—.

— Hola Sami —saludo con nerviosismo— Lamento haberte despertado —.

La menor miro con duda al mayor, para volverle a apuntarle con el arma.

— ¡Hey hey! ¡Tranquila! No te aré nada —retrocedió  al ver el arma—.

— Habla si no quieres que le hable a mi padre —con su mano izquierda tomo despacio su celular dispuesta a llamar a Simon—.

— ¡Está bien está bien! —el pelinegro camino hasta el armario de la joven y despacio para evitar que le disparan lo abrió—.

Del armario salieron globos en forma de corazón, globos rojos y blancos, algunos con helio que flotaban hasta el techo y otros que se desparramaron por el suelo.

La rubia estaba confundida y algo sonrojada por qué el mayor se atrevió a ver en su armario.

— Samantha Riley, antes de que me dispares déjame hablar, ¿si? —el hombre busco algo entre todos los globos, de ahí saco un pequeño pastel, una caja de regalo y una cajita más pequeña, todo eso lo puso en la cama —.

— ¿Que es todo esto? —.

— Samantha, se que desde que llegué a la base nunca dejaste acosarme —eso hizo que las mejillas de la menor se tiñeran de rojo— Y antes de que digas algo, no estoy molesto, al principio si era incómodo pero después me acostumbré —despacio se acercó a la cama asta quedar sentado en ella— La cosa aquí, es que desde hace un año me empezaste a gustar, tu cabello rubio, tus ojitos verdes, todo de ti —quitando el arma de las manos de la menor se fue acercando a ella— A lo que voy es que me gustas Sami, se que nuestra edad no es la mejor para ser pareja pero aún así estoy dispuesto a enfrentarme a la sociedad y a tu padre para estar contigo—.

— Sargento Lewis —el corazón de la rubia latía a más no poder, de verdad estaba escuchando eso o eran las medicinas que le dieron? — ¿De verdad? —.

— Claro que sí Sami —acaricio las mejillas de la ojiverde— Me enamoré de ti antes todo pronóstico —sonrió con alegría— Así que Samantha Riley, ¿Te gustaría ser mi novia? —.

El corazón y el mundo de Samantha de repente de llenaron de color.

— ¡Si! —exclamo con fuerza para lanzarse contra el cuerpo del sargento olvidando el dolor que sentia en su cuerpo, en estos momentos la serotonina está funcionando como anestesia— Por supuesto que si —y finalmente su corazón saltaba de felicidad al unir sus labios en un dulce beso—.

Y así paso su tarde, entre beso y beso, disfrutando la compañía del otro, comiendo pastel y hablando.

(...)

Aún que la tarde de su hija fuera felicidad la de el era estresante, sentía la culpa del estado de Sami en la boca del estómago, ¿Realmente era un buen padre?.

— Teniente, lo buscan —Konig se acercó a el, parecía nervioso— Es una mujer, dice que es importante —.

Ghost se quedó confundido, ¿una mujer? ¿Sería la del servicio social? No, es gente dejo de venir cuando Samantha cumplió los 18.

— Dile que pase —el austriaco salió de la oficina y a los pocos segundos una mujer algo alta, tez clara, cabello pelirrojo y ojos verdes se presentó a ente el— ¿En qué puedo ayudarle? —.

— ¿Usted es el teniente Simón "Ghost" Riley? —.

— ¿Quién es un usted? —.

La mujer miro a Ghost con indiferencia, aún que algo en ella le resultaba familiar...sentía que esos ojos los había visto antes.

— Mi nombre es Adriana Graoud, y vengo por mi hija —.

Una pequeña no tan pequeña Donde viven las historias. Descúbrelo ahora