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Al doblar en una esquina (muchas esquinas no les parece, para mí que andan corriendo en cuadrado), se toparon con un grupo de guardias, exactamente 6, Samantha miro a los hombres frente a ella, estaban lo suficiente cerca para atraparlos si corrían. Se giró hacia el chico, que observaba con una mezcla de miedo y resolución.

—  ¿Sabes pelear? —le susurró, pero él negó con la cabeza.

— No —dijo con voz firme, aunque algo insegura—, pero voy a intentar ayudarte.

Samantha lo miró por un momento, reconociendo la determinación en su mirada.

— Está bien, pero mantente cerca de mí y sigue mis indicaciones —le advirtió.

Los soldados se desplegaron rápidamente, rodeándolos con sus armas listas. Samantha apretó los dientes, preparándose para la lucha que se avecinaba.

Uno de los soldados, probablemente el líder, levantó la mano como señal de rendición y gritó:

— ¡No se muevan! ¡Están rodeados!

Pero en lugar de obedecer, Samantha hizo un rápido gesto al chico para que se mantuviera detrás de ella. Su basico entrenamiento y experiencia la prepararon para este tipo de situaciones, y sabía que la única forma de salir era atacar primero.

Samantha se lanzó hacia adelante, esquivando la primera bala que uno de los soldados disparó. Con movimientos rápidos y precisos, le quitó el arma a un soldado con una llave, y con un golpe en la garganta lo dejó fuera de combate. Usando el rifle como un arma improvisada, bloqueó un golpe y arremetió contra otro soldado, golpeándolo en la mandíbula y derribándolo.

Helmut,aunque visiblemente asustado, siguió el ejemplo de Samantha y cargó hacia uno de los soldados más pequeños que había intentado flanquearla. Con su altura y fuerza, logró desestabilizarlo con un empujón poderoso, haciendo que el soldado cayera al suelo. Aunque su ataque fue torpe y descoordinado, la fuerza bruta detrás de él fue suficiente para causar impacto.

Sin embargo, mientras el chico estaba ocupado tratando de mantener al soldado en el suelo, otro soldado lo atacó por el costado, golpeándolo con fuerza en las costillas. Helmut soltó un gruñido de dolor y tambaleó hacia atrás, pero no cayó. A pesar del golpe, se las arregló para mantenerse en pie y giró bruscamente, golpeando al soldado atacante con un puño torpe pero potente, enviándolo contra la pared.

Otro soldado aprovechó el momento para golpearlo en la espalda con la culata de su rifle, haciéndolo caer de rodillas. El chico gritó de dolor, pero antes de que el soldado pudiera atacarlo de nuevo, Samantha apareció y lo derribó con un golpe certero al rostro.

Helmut, jadeando y dolorido, se puso de pie con dificultad. Aunque no tenía la técnica de Samantha, su pura fuerza y determinación lo mantenían en la pelea. Un soldado más intentó atacarlo, lanzándole un puñetazo directo al estómago, pero el chico logró bloquearlo a medias, recibiendo parte del impacto. A pesar del dolor, se las arregló para agarrar al soldado por el cuello y, con un esfuerzo monumental, lo levantó del suelo y lo lanzó a un lado, haciéndolo chocar contra la pared.

Samantha, viendo de reojo cómo el chico luchaba, sintió una mezcla de preocupación y orgullo. Sabía que él estaba fuera de su elemento, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ayudarlos a escapar.

Con solo un soldado restante, Samantha lo enfrentó con una determinación feroz. Este, al ver a sus compañeros caídos y al chico aún de pie a pesar de los golpes recibidos, vaciló. Pero cuando intentó disparar, Samantha fue más rápida, lo desarmó y lo inmovilizó en el suelo con una llave precisa.

El silencio volvió a llenar la cámara, salvo por las respiraciones pesadas de Samantha y el chico. Los soldados yacían inconscientes a su alrededor. Samantha se enderezó, sudando y exhausta, pero con la satisfacción de saber que habían ganado un poco más de tiempo.

Una pequeña no tan pequeña Donde viven las historias. Descúbrelo ahora