CAPÍTULO 10

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SOFÍA

Me encontraba en el vasto jardín de mi mente, rodeada de flores que nunca había visto en la realidad, con colores tan vivos que parecían susurrar secretos al viento. Alejandro estaba allí, esperándome bajo un viejo roble cuya sombra nos envolvía en un manto de calma y misterio. Su rostro estaba más sereno que de costumbre, sus ojos reflejaban una profundidad insondable.

—Alejandro —dije, mi voz resonando en el aire tranquilo del jardín—, en la vida real, me dijiste unas palabras que solo tú en mis sueños habías dicho. ¿Cómo es posible?

Él me miró con una profundidad que siempre me desarmaba, como si viera a través de mi alma.

—Sofía —respondió, su voz suave pero firme—, a veces, el destino juega con nuestros corazones de maneras que no comprendemos. Lo que se dice en los sueños no siempre está separado de nuestra realidad. Hay conexiones entre las almas que trascienden la lógica.

Me quedé mirándole, intentando absorber el significado de sus palabras. Sentía una punzada de frustración mezclada con una necesidad desesperada de entender.

—Pero, ¿Por qué yo? —insistí, buscando una claridad que parecía siempre fuera de mi alcance—. ¿Por qué esas palabras específicas?

Alejandro dio un paso hacia mí, su mirada intensificándose.

—Porque, Sofía, en tus sueños y en tu vida real, tú buscas respuesta, buscas un sentido. Y tal vez, esas palabras son un reflejo de lo que tu corazón ya sabe, pero tu mente aún se niega a aceptar. El destino no siempre es una línea recta, a veces es un laberinto donde las palabras y los sentimientos se entrelazan de maneras misteriosas.

Me quedé en silencio, asimilando sus palabras. Sentía que estaba al borde de comprender algo profundo, algo vital, pero aún me escapaba.

—Entonces, ¿Qué debo hacer? —pregunté finalmente, mi voz apenas un susurro.

Alejandro sonrió, una sonrisa suave que rara vez veía en él.

—Un día comprenderás todo lo que pasa a tu alrededor. Y seré yo quien te lo diga. Por ahora no es el momento. Disfrutemos de lo que nos queda en nuestro mundo de ensueños.

—Sabes que ese momento podría no llegar…

—Va a llegar —sonríe y acaricia mi mejilla.

Desperté con el eco de sus palabras resonando en mi mente. Me senté en la cama, la luz del amanecer filtrándose por las cortinas, y traté de juntar las piezas de este enigma que era mi vida y mis sueños. Sentía una mezcla de paz y confusión, sabiendo que, aunque el camino delante de mí era incierto, debía confiar en mi propio corazón para guiarme.

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ALEJANDRO

Caminando por las calles adoquinadas de la ciudad, con la mente ocupada en mis propios pensamientos, cuando de repente me topé con el señor Fernando. Llevaba un cesto repleto de hogazas recién horneadas, y su rostro siempre afable se iluminó al verme.

— ¡Joven Alejandro! ¡Qué alegría verte! —exclamó con una sonrisa que parecía tan cálida como el pan que vendía—. ¿Cómo te encuentras hoy, muchacho?

Incliné levemente la cabeza en señal de saludo, manteniendo mi habitual seriedad.

—Buenos días, señor Fernando. Me encuentro bien, gracias. ¿Y usted?

— ¡Oh, no me quejo! Siempre ocupado, ya sabes. El pan no se hornea solo —dijo riendo ligeramente, como si siempre encontrara algo que alegrarse—. Precisamente iba camino a casa para una taza de té. ¿Te gustaría acompañarme?

Entre Sueños y Realidades [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora