CAPÍTULO 5

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SOFÍA

Era una noche estrellada, me encontraba eligiendo con esmero mi atuendo, ya que don Fernando había organizado una pequeña reunión en su acogedora casa. La intención era presentar formalmente al nuevo vecino, el joven Alejandro, y hacerle sentir parte de nuestra pequeña comunidad. Así que deseaba causar una impresión favorable, en la reunión. Me vestí con un sencillo pero elegante vestido de muselina color lavanda, que caía suavemente hasta mis tobillos. La cintura estaba ceñida por una cinta de raso del mismo tono, que resaltaba mi figura sin resultar ostentosa. 

Me encontraba allí, junto a Mia, que lucía un vestido de seda color azul cielo, con un corpiño delicadamente bordado y una falda que se abría en suaves pliegues. Su cabello rubio y largo caía en cascada sobre sus hombros, y llevaba una cinta a juego con su vestido, que añadía un toque de frescura a su apariencia.

Observábamos cómo los vecinos más cercanos se congregaban, intercambiando saludos y risas. La mayoría de nosotros nos conocíamos de toda la vida, y aquel evento era una excusa perfecta para fortalecer nuestros lazos.

Finalmente, cuando todos estuvieron presentes, don Fernando, con su habitual jovialidad, se dirigió al centro de la estancia y pidió nuestra atención.

—Queridos vecinos —comenzó, su voz resonando con calidez—. Hoy es un día especial, pues tenemos entre nosotros a un nuevo miembro en nuestra comunidad. Quisiera presentarles al joven Alejandro, quien recientemente se ha establecido en nuestra ciudad. Alejandro, por favor, ven aquí y dirígete a nosotros.

 

Alejandro, visiblemente incomodo, avanzó hacia el frente. A pesar de su habitual reserva, noté un destello de cortesía en su mirada mientras enfrentaba a la pequeña multitud.

—Buenas noches a todos —dijo con voz firme, aunque algo contenida—. Agradezco al señor Fernando por esta cálida bienvenida. Mi nombre es Alejandro y recientemente me he establecido aquí. Soy comerciante, y vine a esta pequeña ciudad a buscar la paz y la tranquilidad. Muchas gracias nuevamente…

Un murmullo de aprobación recorrió la sala, seguido de un respetuoso aplauso. Alejandro hizo una leve inclinación de cabeza y se retiró nuevamente a su lugar, aliviado de haber terminado su breve discurso.

A medida que la noche pasaba, no pude evitar notar cómo los ojos de Alejandro se posaban brevemente sobre mi persona, aunque su mirada se deslizaba rápidamente, como si no deseara ser descubierto en su observación. Mi corazón latía con fuerza, pero traté de mantener la compostura, sonriendo y participando en las conversaciones a mi alrededor.

El día de la noche era fresco cuando vi a Alejandro apartarse un poco del bullicio de la reunión. Aproveché la oportunidad y, tras disculparme con Mia, me dirigí hacia él.

— ¿Le importaría si le hago compañía un momento? —digo, acercándome con cautela.

Él me miró de reojo, su expresión impenetrable como siempre, pero hizo un leve gesto con la cabeza que interpreté como una aceptación.

—Gracias –dije con una sonrisa, intentando aliviar la tensión—. Sabe, he estado pensando en algo que mencionó antes, sobre su trabajo. ¿Le gusta lo que hace?

Alejandro se encogió de hombros, su mirada perdida en la distancia.

—Es trabajo. Me permite vivir sin preocupaciones.

—Entiendo —respondí, intentando no desanimarme—. Debo decir que admiro su independencia. No es fácil establecerse en un lugar nuevo.

Él me miró de nuevo.

Entre Sueños y Realidades [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora