SOFÍA
Mientras colocaba con cuidado un ejemplar de poesía francesa en su lugar, la campanilla de la puerta tintineó, señalando la llegada de algún cliente. Alcé la mirada, esperando ver a algún cliente habitual, pero lo que encontré fue una sorpresa. Allí, en la puerta, estaba Joaquín. Su figura alta y elegante parecía llenar el pequeño espacio de la entrada. Vestía un traje oscuro que acentuaba la claridad de sus ojos grises, y su cabello rubio, bien peinado. Al verme, una sonrisa encantadora se dibujó en su rostro.
— ¡Joaquín! Que sorpresa verlo por aquí —exclamé.
Él avanzó con paso seguro, acercándose al mostrador donde yo me encontraba.
—Buenos días, Sofía —su voz suave y educada—. No pude resistir la tentación de visitar su reino de palabras. Me dijeron que aquí encontraría la mejor selección de libros de la ciudad.
—Será porque es la única librería de esta pequeña ciudad —sonrío.
—Puede ser la única librería de este lugar, pero en comparación con otras, esta es la más acogedora —me regala una sonrisa.
— ¿Busca algún libro en especial?
—No, en realidad no vine en busca de un libro. De hecho, confieso que la lectura no es una de mis mayores aficiones. Vine a verla a usted, Sofía.
—Oh, me halaga, Joaquín —dije, con una risa suave, intentando disimular mi sorpresa—. Y ¿a qué se debe su visita?
Joaquín se encogió de hombros con despreocupación, sus ojos grises observándome con una mezcla de interés y algo más que no podía identificar del todo.
—A veces es necesario tomar un respiro y compartir una charla amena con alguien agradable. Mi vida ha estado llena de negocios y viajes, pero rara vez me detengo a disfrutar de las cosas sencillas, como una conversación en un lugar tan acogedor como este.
—En eso tiene toda la razón.
—Debo admitir, Sofía, que, si me hubiesen dicho que pasaría la mañana en una librería, me habría echado a reír. Pero aquí estoy, y debo decir que es mucho más interesante de lo que imaginaba —comentó con un tono ligero.
Yo sonreí, reconociendo en su tono esa chispa de humor que parecía impregnar todas sus palabras.
— ¿Así que lo interesante de esta librería no son los libros, sino la compañía? —repliqué con una ceja levantada, siguiendo su juego.
Joaquín soltó una risa suave, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto de aprobación.
—Exactamente. Me temo que, de no haber estado usted aquí, probablemente habría dado la vuelta y me habría perdido en el siguiente callejón, buscando alguna aventura menos intelectual.
No pude evitar reír ante su comentario. Había algo refrescante en su manera de hablar, tan diferente a la seriedad que solía acompañar a Alejandro.
«Alejandro»
Mientras hablábamos, me di cuenta de que la presencia de Joaquín en la librería, aunque inesperada, había sido un soplo de aire fresco. Su humor ligero y su habilidad para convertir cualquier conversación en algo ameno me hizo sentir que, a pesar de las tensiones y los misterios que envolvían a su relación con Alejandro, en ese momento, todo parecía más simple, más liviano.
— ¿Sabe, Joaquín? Me intriga esa cicatriz en su rostro —dije con cierto atrevimiento, mi curiosidad finalmente venciendo la prudencia—. ¿Podría contarme como sucedió?
Joaquín, quien hasta ese momento había mantenido su actitud desenfadada, pareció sorprenderse por mi pregunta. Sus ojos grises brillaban con una luz diferente, más profunda, como si mi curiosidad hubiera tocado un lugar oscuro en su memoria.
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Entre Sueños y Realidades [En proceso]
FantasíaSofía, una joven librera soñadora en 1820, se enamora de Alejandro, un hombre misterioso que solo existe en sus sueños. Pero cuando lo encuentra en la vida real, él es frío y distante. ¿Podrá Sofía desentrañar el misterio de Alejandro y unir sus dos...