CAPÍTULO 7

90 29 49
                                    

SOFÍA

Mis sueños con Alejandro se habían convertido en el centro de mi existencia. Cada noche, al cerrar los ojos, era transportada a esos mundos oníricos donde él me aguardaba. Cada encuentro era más vivido, más real, más intenso que el anterior. Despertaba con el corazón desbocado, anhelando volver a esos momentos de dicha efímera.

Una mañana al despertar, una palabra resonaba en mi mente: “grimorio”. Un término desconocido, pero que parecía contener un significado oculto. Decidí acudir a mi refugio, la librería del Olmo, en busca que respuestas.

Pase horas hurgando entre los volúmenes polvorientos, buscando cualquier referencia a esas palabras enigmática. Mis dedos recorrieron lomos de cuero y paginas amarillentas, hasta que finalmente, mis ojos se posaron en un antiguo tomo encuadernado en piel de cabra: “El libro de los secretos”.

Con manos temblorosas, abrí el libro y comencé a leer. Las paginas revelaban un mundo fascinante de magia y conocimiento arcano. Los grimorios, según el libro, eran antiguos textos que contenían hechizos, rituales y sabiduría sobre otros planos de existencia.

¿Podrían mis sueños con Alejandro estar relacionados con la magia? ¿Sería él un ser de otro mundo, un espíritu que se comunicaba conmigo a través de los sueños? Las preguntas se agolpaban en mi mente, alimentando mi curiosidad y mi anhelo de descubrir la verdad.

Esa tarde, Mia llegó a mi casa con una tetera humeante y un plato de pastas recién horneadas. Nos sentamos en el pequeño jardín, rodeadas de flores y el aroma a jazmín.

— ¡Sofía, querida, tengo tantas novedades que contarte! —exclamó Mia, sus ojos brillando con entusiasmo—. ¿Sabías que la señora Rodríguez está esperando otro bebé? ¡Y dicen que don Luis está cortejando a la joven viuda del molino!

Sonreí, agradecida por la distracción.

—Esos son chismes muy jugosos, Mia. Pero dime, ¿crees que los sueños pueden tener un significado más profundo?

Mia dejó su taza de té y me miró.

—Ay, Sofía, tú y tus sueños con Alejandro. Pues veras, mi abuela solía decir que los sueños son mensajes del alma, ventanas a otros mundos.

—Eso es precisamente lo que he estado investigando —le conté, explicándole mis descubrimientos sobre los grimorios y la magia.

Mia escuchó atentamente, sus ojos abiertos de par en par.

—Bueno, Sofía, todo eso es muy interesante. ¿Crees que tus sueños con Alejandro podrían ser algo más que simples fantasías?

—No lo sé —suspiré, sintiendo un nudo en la garganta—. Pero no puedo dejar de pensar en ellos. Siento que hay algo más, algo que no puedo explicar.

Mia tomó mi mano y me miró con cariño.

—Sofía, recuerda que los sueños son como estrellas fugaces: hermosos, efímeros y llenos de misterio. Aférrate a la magia que te brindan, pero no olvides vivir el presente y la realidad.

Sus palabras resonaron en mi mente. Tenía razón. No podía dejar que mis sueños consumieran mi vida. Tenía que encontrar un equilibrio entre el mundo onírico y la realidad.

Al día siguiente había decidido no abrir la librería. Me tomaría un pequeño descanso.

Mientras me encontraba revisando y organizando algunos libros de mi estantería, escuché un golpe en la puerta. Me levanté y fui a abrir, encontrándome con Alejandro, que se erguía en el umbral. Su expresión era tan seria y reservada como siempre.

Entre Sueños y Realidades [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora