CAPÍTULO 2

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SOFÍA

Ese día, después de conocer a Alejandro en la librería, me cuesta conciliar el sueño. Su presencia me ha dejado inquieta y llena de preguntas. Finalmente, me quedo dormida y, como cada noche, me encuentro en el mundo de los sueños.

Estoy en un parque, iluminado por un atardecer dorado. Los colores del cielo se reflejan en el estanque cercano, creando una imagen de ensueño. El aire es fresco y huele a flores silvestres. Me siento tranquila, como si este lugar fuera un refugio lejos de las preocupaciones del día.

Camino por el sendero de grava que serpentea entre los árboles y los arbustos en flor. Mis pasos son ligeros, y siento una emoción creciente a medida que me acerco a un antiguo roble en el centro del parque. Bajo sus ramas, iluminado por la luz dorada del sol, está él: Alejandro.

Su presencia es magnética, y no puedo evitar sentirme atraída hacia él. Su mirada es intensa y su sonrisa, cálida. Cuando nuestros ojos se encuentran, siento una conexión profunda e inexplicable.

—Alejandro —digo suavemente, mi voz resonando en el silencio del parque.

—Sofía —responde él, con una sonrisa que hace que mi corazón se acelere—. Te estaba esperando.

Nos acercamos el uno al otro y, sin decir una palabra, tomamos nuestras manos. La sensación de su tacto es tan real que casi puedo olvidar que esto es un sueño. Caminamos juntos por un sendero que parece llevarnos a otro mundo.

—Este lugar es hermoso —digo, admirando el paisaje que nos rodea.

—Lo es —responde Alejandro—. Aquí podemos ser nosotros mismos, lejos de las preocupaciones del mundo real.

— ¿Por qué siempre apareces en mis sueños? —pregunto, con la esperanza de obtener alguna respuesta.

—Porque nuestras almas están conectadas —dice él, mirándome a los ojos—. Estamos destinados a encontrarnos, aquí y en la realidad.

Sus palabras me llenan de esperanza y confusión. ¿Podría ser esto real? ¿Podría Alejandro ser más que una simple creación de mi mente?

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ALEJANDRO

Las primeras luces del amanecer entran tímidamente por la ventana de mi nueva casa.  He pasado la noche en vela, sin poder sacarme de la cabeza el encuentro en la librería. Me siento inquieto, una sensación que rara vez experimento.

La ciudad es nueva para mí, y aún no me he acostumbrado a sus ritmos y sonidos. Me levanto, decidido a enfrentar el día con la misma reserva que siempre. No tengo tiempo para distracciones, y ciertamente, no para pensamientos sobre una joven librera.

Mientras camino por las calles adoquinadas, me detengo frente a la panadería de don Fernando, el primer hombre que conocí y el que me dio la bienvenida. El aroma del pan recién horneado me recuerda a mi hogar.

—Buenos días, don Fernando —digo con una leve inclinación de cabeza.

—Buenos días, joven —responde con una sonrisa amistosa—. ¿Se ha acostumbrado ya a nuestra ciudad?

—Me estoy adaptando —respondo con indiferencia—. Es un lugar tranquilo.

— ¿Ha visitado la librería de la señorita Sofía? Es un lugar maravilloso para aquellos que disfrutan de la lectura.

—Sí, la visité ayer —digo, recordando brevemente el rostro de Sofía, sus ojos azules y su cabellera castaña—. Tiene una buena selección.

—Es una joven encantadora —dice don Fernando—. Siempre tiene una recomendación perfecta para cada cliente.

Entre Sueños y Realidades [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora