CAPÍTULO 18

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SOFÍA

El sueño me transportó nuevamente a ese lugar entre la realidad y la fantasía, donde los límites del tiempo y el espacio se desvanecen. Allí estaba él, Alejandro, el hombre de mis sueños, parado junto a un rio que reflejaba el cielo estrellado. Su presencia emanaba una calma y una sabiduría que me cautivaban profundamente.

—Sofía —dijo con una voz suave pero firme—, has de saber que no estoy aquí por mera casualidad. Nuestra conexión trasciende los límites de esta vida y de este mundo.

Me acerqué a él, sintiendo la calidez de sus palabras envolviéndome como un abrazo. Sus ojos, llenos de un conocimiento profundo, me observaban con una intensidad que me hacía sentir desnuda ante él, no en cuerpo, sino en alma.

—Alejandro, siempre me he preguntado por qué apareces en mis sueños. ¿Qué es lo que nos une de esta manera tan inexplicable? —le pregunté, buscando desesperadamente respuestas a la confusión que me había estado atormentando.

Él extendió su mano hacia mí y, con un gesto delicado, acarició mi mejilla.

—Sofía, nuestras almas han estado entrelazadas a través del tiempo. En cada vida, buscamos encontrarnos, aprender y sanar las heridas del pasado. Es un destino que ambos compartimos, una prueba de que las conexiones más profundas no pueden ser quebrantadas por las circunstancias de este mundo.

Sus palabras resonaron en mi corazón, como si hubieran sido grabadas allí desde el inicio de los tiempos. Sentí una mezcla de alivio y temor, una comprensión que me llenaba de esperanza y a la vez me aterraba.

—Entonces, ¿es por eso que el Alejandro de mi realidad parece tener algo en común contigo? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

—Así es, Sofía —respondió, sus ojos brillando con una luz casi sobrenatural—. En nuestra anterior vida, prometimos volvernos a encontrar, que trataríamos de cambiar nuestro destino…

Sentí que mi corazón latía con fuerza, como si tratara de asimilar todo lo que me había sido revelado.

—Prométeme —continuó— que no te rendirás, Sofía. Que seguirás luchando, buscando la solución, para que nuestros caminos sigan unidos y, sobre todo, que escucharás a tu corazón —dijo, sus palabras llenas de un fervor que me conmovió profundamente.

—Lo prometo, Alejandro —dije, con lágrimas en los ojos—. No me rendiré.

Desperté sobresaltada, con el corazón acelerado y la mente llena de pensamientos confusos y reveladores. La claridad del sueño contrastaba con la oscuridad de la noche que aun envolvía mi habitación. Me quedé unos momentos recostada, tratando de ordenar las piezas de este rompecabezas que ahora parecía tener un propósito más profundo.

Diario de sueños

“14 de junio de 1820. Anoche tuve otro de esos sueños, tan vívidos, tan llenos de significado, que al despertar aun podía sentir la calidez de sus palabras, aunque difusas, aun resonando en mi mente. Me dijo que estábamos destinados a encontrarnos en todas nuestras vidas. Que nuestras almas, de alguna manera, siempre se cruzan, como dos ríos que inevitablemente fluyen hacia el mismo mar. Me reveló algo que jamás imaginé escuchar: en una vida pasada, él y yo hicimos una promesa solemne, de esas que el alma lleva consigo por la eternidad. Prometimos que nos buscaríamos en cada vida, que nos encontraríamos, sin importar el tiempo o las circunstancias.

Sin embargo, hay algo que no comprendo, un obstáculo, que debo solucionar. Que debo descubrir cómo cambiar ese destino, como encontrar el camino correcto para que podamos estar juntos.

Entre Sueños y Realidades [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora