Chapter 9: Rastro de pecas

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Narcissa siempre le había parecido una mujer sumamente interesante, y cuando comenzó a contarle sobre su estancia en Francia y compartió una conversación amena sobre Quidditch, Harry lamentó no haber mantenido una mayor cercanía con alguien que le había salvado la vida.

El desayuno en la casa de los Malfoy había sido el más extraño y cálido que Harry recordaba en mucho tiempo. Se preguntaba cuánto tiempo había pasado desde que no sentía tanta paz durante una comida. La sensación de ser escuchado y de poder hablar sin límites era una experiencia rara y reconfortante. Apreciaba profundamente escuchar a las personas, pero no había nada como una charla sencilla en la que él también fuera escuchado con atención. Aunque Draco participaba poco en la conversación, parecía prestar atención a su compañía, mientras Narcissa se esforzaba en hacerlo sentir cómodo. Scorpius, por su parte, repetía palabras al azar con una emoción contagiosa, como si hubiera descubierto un gran secreto.

Harry no podía evitar compararlas con las mañanas en su propia casa, y aunque sentía que debía sentirse mal por hacerlo, su conciencia le decía que aquí parecía ser más apreciado que en su hogar. Sabía que aquello sonaba terrible, pero la calidez y la atención que recibía en el hogar de los Malfoy contrastaban agudamente con la frialdad que a veces sentía en su vida diaria.

Después de un rato, Draco se levantó de la mesa y se dirigió hacia su madre. Con una expresión de leve resignación, le informó:

— Saldré un momento.

Harry levantó una ceja y, con una sonrisa, le respondió:

— Entonces tendré que acompañarte.

Draco frunció el ceño, visiblemente agobiado por la idea, pero no hizo objeciones. En cambio, se acercó a su madre y a su hijo para despedirse con cariño:

— Volveré para la cena —dijo, inclinándose para darle un pequeño beso en el cabello de Scorpius.

— ¿Me traerás chocolates? —preguntó el niño, con ojos luminosos.

— Si terminas tus deberes, mocoso —respondió Draco con una sonrisa juguetona antes de girarse hacia Harry—. Vamos, no perdamos más tiempo.

Harry acompañó a Draco a paso lento, dirigiéndose hacia la misma sala donde había estado antes. Draco le informó vagamente que se aparecería en el Callejón Diagonal y que Harry podría seguir el paso para encontrarse con él en el lugar. Sin necesidad de que Draco le indicara mantener una distancia prudente, Harry entendió el mensaje implícito y se quedó a una distancia que le permitía vigilar sin intervenir directamente.

A unos diez pasos detrás de Draco, Harry se maldijo por darle tantos detalles al rubio. Aunque Draco no vestía los ostentosos trajes que caracterizaban a la mayoría de los Malfoy, su elegancia seguía siendo innegable. Su atuendo, aunque sofisticado, tenía toques de rebeldía y gracia, y la trenza que colgaba a un lado le confería un aire casi angelical.

Recorrieron varias tiendas que Harry nunca había visitado. Escuchó a Draco dictar largas listas de ingredientes para pociones y notó cómo el ex-Slytherin era expulsado de algunas tiendas con desdén. En otras, parecía recibir atención solo por la presencia visible de Harry, que atraía miradas ácidas de los dependientes. Draco, sin embargo, parecía tomar los insultos con una calma sorprendente, como si no le afectaran en absoluto.

Harry observó con interés cómo Draco mantenía la compostura frente a la hostilidad, y se sorprendió de la habilidad del rubio para manejar la situación con una elegancia tranquila que desmentía el caos que lo rodeaba. Los hechizos torpes dirigidos hacia Draco eran demasiado evidentes para que Harry no los interceptara, pero el pocionista no hacía pausas, avanzando con rapidez a pesar del alboroto.

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