6 de mayo, 1998.
Draco había perdido la cuenta de cuántas veces le había abierto las piernas a Potter en esos últimos días.
Cuatro días encerrados entre las mismas cuatro paredes, y apenas recordaba cuál era el propósito de la ropa. Lo que no podía olvidar era el dolor en sus caderas, una consecuencia de la rudeza con la que Potter se movía, dejándolo con un dolor que era tan intenso como el placer que lo había precedido.
La habitación se había convertido en un mundo aparte, un espacio donde la realidad parecía desvanecerse, reemplazada por el calor y el deseo que dominaban cada rincón. Las sábanas, arrugadas y empapadas de sudor, eran testigos mudos de su frenesí, mientras las cortinas cerradas bloqueaban la luz del día, creando un ambiente casi irreal, donde el tiempo se deslizaba en un ciclo interminable de pasión y agotamiento.
Cada vez que Draco intentaba levantarse, sus piernas le recordaban la intensidad de sus encuentros con un dolor sordo que le recorría las caderas. Pero, por alguna razón que no lograba entender del todo, ese dolor era una especie de confirmación de lo que habían compartido: algo crudo, salvaje, y más poderoso de lo que estaba dispuesto a admitir.
Harry, por su parte, parecía incapaz de resistir la atracción que lo llevaba una y otra vez hacia Draco, como si el espacio entre ellos estuviera cargado de una energía ineludible. Cada mirada, cada toque, era una chispa que encendía una nueva ola de deseo. No importaba cuántas veces se rindieran el uno al otro, siempre había espacio para una más, para un momento más, para una conexión que los dejaba jadeando, temblando y, finalmente, exhaustos.
Draco sabía que en algún momento tendrían que salir de esa habitación, enfrentar lo que había más allá de esas paredes, pero por ahora, todo lo que importaba era el calor del cuerpo de Harry contra el suyo, el peso de su presencia, y la sensación innegable de que, en esos instantes, nada más importaba.
Solo podía concentrarse en el incesante golpeteo de la cadena de Potter contra su piel, un ritmo que marcaba cada embestida brutal y que lo anclaba a la realidad de lo que estaba sucediendo. Las manos ásperas de Harry separaban sus mejillas con una firmeza casi despiadada, sin espacio para la suavidad, mientras la fuerza de cada movimiento hacía vibrar todo su cuerpo, enviando oleadas de placer y dolor en partes iguales.
Ni siquiera la incomodidad de la madera dura contra su espalda, o el borde áspero de la mesa clavándose debajo de sus caderas, lograban distraerlo de la visión de Harry frente a él. Con los pantalones caídos por debajo de sus caderas, Harry lucía casi tan deshecho como Draco, con el cabello enredado, los ojos encendidos por un deseo insaciable, y una expresión de hambre feroz.
Draco se sentía temblar, casi al borde del colapso, embargado por la abrumadora sensación de estar tan completamente lleno.
- Mmm —jadeó Harry, su voz ronca mientras comenzaba un recorrido de besos húmedos y desesperados por el cuello pálido de Draco—. Hueles tan bien.
Él quiso responder, tal vez reprocharle que lo único que debía oler era a sudor y fluidos, una consecuencia inevitable de la insaciabilidad de Harry.
Las palabras se le ahogaban en la garganta, incapaz de formar algo coherente mientras se aferraba a Harry con más fuerza. Sus caderas se movían con una desesperación que rozaba la desesperanza, buscando alcanzar el tan ansiado clímax.
Harry lo sostenía con tal fuerza, asegurándose de mantenerlo en su lugar, que Draco apenas podía moverse. Las manos firmes y posesivas, le dejaban marcas en la piel, una evidencia ineludible de su dominio sobre él.
Draco hubiera querido maldecir a Harry, odiarlo por someterlo y manipularlo de esa manera. Pero no podía. No cuando cada embestida, cada contacto, le arrancaba gemidos que resonaban en la habitación, su cuerpo se estremecía por la sensación inquebrantable de placer.
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Beyond Darkness
FanfictionHarry Potter, el salvador del mundo mágico, parece tenerlo todo al casarse con Ginny Weasley tras la guerra. Sin embargo, cinco años de matrimonio sin hijos llevan a Harry a cuestionar su felicidad. Todo cambia cuando encuentra a un niño en el Mini...